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Mostrando entradas de 2017

Dos cero dieciocho

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Un año más al haber. Un año más que se cierra y del que como en todos, me llevo solo enseñanzas. Si ganas, ganas, y si pierdes, aprendes.  No renuncio a ser libre, pero tampoco renunciaré a ser feliz. Este año he aprendido, y sobre todo me han enseñado. He aprendido el valor de la palabra lealtad, y lo que conllevan la responsabilidad y las cargas. He viajado, y este año que entra me enfrento al que será, sin lugar a dudas, el año en que más lo haga. El viaje que tantos años llevo esperando y a un lugar totalmente desconocido, caminando sobre el agua como hicieron cuatro generaciones antes que yo. Libre de mochilas y de cargas, siguiendo las enseñanzas de Juan Salvador Gaviota. He conocido a personas increíbles, y otras se han apeado del viaje. He probado en mis carnes uno de esos dolores que nunca sabes que puedes llegar a experimentar, y después de poner la rodilla en el suelo, me he levantado y sigo caminando. He conocido aún más a mis amigos y sobre todo, he aprendido

Agua y viento

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Lo primero será raparte el pelo y hacer una rápida purga de todos esos conocidos de las redes sociales, esos que cuando te ven por la calle no te saludan y hacen lo posible para que no los veas, y así evitar saludarte. Lo segundo que harás será coger una bolsa de basura, una de estas bien grandes. Dentro de ella meterás toda la ropa que puedas y que haya pasado más un mes y no te hayas puesto. Vaciarás tu armario de todo aquello que está criando polvo y que guardas por la inercia de cambio. Una vez la tengas seleccionada, una parte irá a la beneficencia y la que no se pueda, a la basura.    Lo tercero será poner en orden todos y cada uno de los papeles que tengas pendientes. Organizarás tu despacho, tu bunker, tu sala de control. Lugar en el que se gesta toda cuanta acción merece la pena emprender, donde se dan punto a cada parágrafo de los libros que escribes y de cada plan de acción. Lo siguiente, no lo sabes. Supones que lo que tienes que hacer en avanzar con paso firme

Y llegó el Invierno

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Cuando pasa el tiempo empiezas a encontrarle el significado a las canciones. Las letras siempre esconden algo tras de sí, detrás de la conjunción entre las palabras y las notas, entre los acordes y la intensidad con la que se toca el piano y se besa el violín. Supongo que era necesario darse cuenta de esto. De que el frío no es nada malo, y más cuando en pleno solsticio de invierno tienes que llevar camiseta de manga corta por culpa del calor que surge del interior, de la máquina que bombea sangre en el pecho. Algo ha cambiado. No sé exactamente lo qué, y quizás nunca lo sepa, pero lo que si sé, es que esto ha terminado ocurriendo por un motivo. Para bien o para mal, pero tiene que tener un motivo. Porque el calor ha dejado de causarme problemas, y el frío es más cómodo de lo que recordaba. Porque como dice una de las canciones con más versiones de los últimos tiempos: “a mí el frío nunca me molestó”.

Re-Start

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A veces es necesario dejar de escribir un tiempo. Sentarse y sentir. Solo eso. No hacer otra cosa. Hace años, poco más de tres, escribí una entrada que ahora me arrepiento de no haber publicado. De hecho, ni si quiera sé si conservo el Word en algún lado. Era una entrada acerca de lo necesario que era el estar solo, el encontrarse primero a uno mismo y el conocerse en profundidad. No, no hablo de lo mítico de decir: conozco mis defectos. Si no de ver sin emplear el sentido de la vista. De saber qué es lo que más deseas desde lo más profundo de tu ser, de comenzar a enlazar las estrellas del firmamento para trazar tu camino. Quizás sea el momento de seguir ese sexto sentido. De abrazar el océano, y de volver a cumplir sueños. De jugar con los impulsos, de correr libre con el viento. Cojo aire antes de cerrar los ojos y echarme a dormir, rezando por acertar en el camino que he decido tomar. 

Agua hacia arriba

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Y aquí me encuentro. Sentado en un café con el café más frío que el hielo, con el portátil sobre la mesa, y una canción que tienes más años que mi hermano pequeño sonando. Hace tiempo que me dejo llevar por los impulsos y los sextos sentidos, que para unas cosas pienso más que Platón, y para otras soy más irracional que Cupido. Que siempre cuesta volver a sonreír, pero que tú sabes que la sonrisa nunca vuelve a ser la misma.    Me decían no hace mucho que tenía una sonrisa característica, y supongo que es lo que me queda después de todo lo vivido; el intentar no perderla. Aferrarme a ella como el clavo ardiendo que se antepone a todo de cualquier forma posible. Porque como dicen los sabios: Nunca sabrás el verdadero valor de un momento hasta que se convierte en un recuerdo.

El susurro de la espadaña

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Silencio sonoro. Lo que despierta cada mañana en la penumbra del cuarto cuando todavía no se levanta la persiana. Penumbra que te baña por completo bajo el calor de las sábanas y de las mantas invitándote a quedarte entre ellas un poco más. Pero te levantas, y dejas que el sol entre de nuevo.  No naciste para ser un espíritu aletargado en un depósito de cristal, para ser un cuerpo anestesiado por el silbido de la espadaña que se mece bajo el atardecer, bajo los tonos anaranjados que arden al otro lado de la montaña. Y así ardió todo. Hasta no dejar rastro de nada, hasta cubrirlo todo de ceniza para que de ellas resurgiera un brote. Ardió bajo la mirada del ocaso y el silencio de las estrellas, ardió hasta consumirse a sí mismo como el caníbal que se devora. Entre fuego, silencio y ceniza, todo volvió a crecer. 

La caída desde la Isla del Cielo

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Pregunté si era mejor tirarse al vacío o frenar antes de pisar a fondo. Pregunté a los que más me conocen, a los que me acompañan en los momentos más jodidos, con los que discuto de política, y con los que me insuflo a cañas, cubatas y ron. A paseos mientras se pone el sol. Hice la pregunta creyendo no conocer la respuesta. Pregunté sabiendo que sin saber ya la tendría, que soy una antítesis en mí mismo y que a veces la almohada acaba siendo la mejor y la más definitiva de las respuestas, y que en esta ocasión prefiero ser más un cubito de hielo que un vaso de agua. Y me respondí.  Me respondí cuando susurraba para mí mismo que el plan T ha sido el que me ha llevado hasta aquí, y la sensación de tirarte sin paracaídas sobre una fosa rodeada de farallones, es la mayor fuente de adrenalina que pueda tener ahora mismo. “Que fluya” decía una amiga, y lo he dejado fluir tanto que me ha arrastrado la corriente río abajo. Me ha arrastrado para llevarme al borde de un salto de

Forever Young

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Solo necesitaba tres coca-colas de 350 ml, un paseo hasta el Decatlón, y hablar con un buen amigo sobre todo lo pasado hace algo más de siete años. Más de siete años en los que no cambiaría ni una sola coma, ni un solo parágrafo de lo vivido, ni lo bueno ni lo menos bueno. Me quedaría con todo. Con los marujeos, la tensión y las risas, con el sabor al vodka malo. Con las luces de neón cegándote el corazón y la razón. Con los palos que nos llevamos y que aún nos quedan por llevar.  Hoy es de esos días en los que te das cuenta de lo curiosa que puede llegar a ser la vida. De que existen personas con las que interactuabas sin darte cuenta, y sentados en una mesa alucinas de las vueltas que da el mundo, agradeciendo el tener amigos que sigan pensando en ser felices a base de su propia felicidad, y no a costa de la de los demás. El tiempo finalmente acabó poniendo a cada uno en su lugar. Me es inevitable el compararlo con la serie de Queer As Folk y con su desenlace, porque al

Doblón de plata

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Y corres el riesgo. Entregas cosas por las que darías la vida a cambio de algo que no sabes ni lo que es, ni tan siquiera si saldrá bien. Las entregas a sabiendas de que algo puede salir mal, y corres el riesgo de arriesgar. Inicias entonces el cambio. La metamorfosis de plata que pusiste en marcha hace más de un mes con la intención de crear algo nuevo, de tener como base lo viejo pero con la esperanza de que pudiera salir algo mejor. Y salió. Salió todo bien, incluso mejor que lo esperado. Porque como fruto de la fundición de todo el pasado, en algo no mayor que un doblón, que volvió a colgar de mi cuello para señalarme el camino. Le estoy cogiendo el truco a esto de coger riesgos y aprender de los leñazos, y quién sabe. Tal vez decida correr algún riesgo a mayores. Pongamos, que hablo de Madrid.

I I I

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De nuevo abrir esa carpeta. Es sentir el tacto frío del plástico de la carpeta y recordad las horas y horas de trabajo detrás de ello, las horas destinadas y robadas a absolutamente todo en lo que no podía ser otra cosa que una locura. Que una auténtica locura. Que no podía ser real. Que era todo la imaginación de un chaval con demasiados ideales, hormonas e impulsos. He tardado años. Auténticos años en lograr reunir todas y cada una de las piezas de este malnacido puzle, de esta caja de Pandora que arrasará los cimientos levantados a base de mentiras, odio y de un despotismo absoluto. Detrás de cada alfil, torre y peón para completar el tablero. Y siendo consciente de ello, consciente de que ya no hay lugar a errores porque lo tienes absolutamente todo en tu poder, que esta tiene que ser la estocada definitiva que acabe con Némesis.  Una flecha, un arco, y un objetivo. No se puede fallar. Sentado sobre la mesa, con esta carpeta al lado ahora por fin completa, es e

Riesgo

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Nunca he tenido el valor necesario para entregar esta carta, porque tampoco soy consciente de a quién se la escribo. No tengo conocimiento alguno sobre en qué parte del camino me encuentro, y tampoco creo necesitarlo. Es solo que si miro hacia atrás e intento ver hacia adelante me faltan escalones a los que poner el pie encima para dar el siguiente paso. Pero esto funciona así. Que en los momentos en los que quieres subir tienes que poner el pie sobre escalones de aire, y que en ocasiones lo único que tienes claro es lo que tú quieres y deseas, no los daños colaterales que puedan existir.   Y es por ello que piensa en ti. En nadie más que en ti. En alcanzar tus metas y tus sueños, porque si finalmente vale la pena, cuando los alcances, aquello que más deseas te esperará en la línea de meta. Recuérdalo siempre. Allí estará.     Y si no está, solo recuerda que vivir implica arriesgar... Y que has tomado la decisión de arriesgarlo todo. De correr el riesgo y de no mirar h

Caminante 2.0

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En esta semana escribí dos entradas y no acabé de publicar alguna, quizás porque no me sentía inspirado, o quizás porque preferí dejarme llevar y escribir más tarde. Disfrutar antes de relatar, vivir y sentir antes de usar papel y pluma. Preferí centrarme en la potencia de las turbinas, en dejarme llevar bajo la presión aerostática y en lo que fuera a llegar. En caminar por la senda que ya no se ha de volver a pisar. En buscar cazadoras molonas en el Zara o recibir puñales del tamaño de cimitarras clavados con el mayor de los cariños.  He asumido lo que quiero ser y he sido consciente de los medios que tengo para ello. He visto más allá del caos y de las barreras. He sido capaz de cargarme las nubes y mantener la impaciencia y el temperamento bajo control. Me quedo con el pelo bajo el secador, el marcar los talones con cada pisada, el mantener la mirada al frente, y en ser el terrorista moral de las causas perdidas. Sin olvidarnos de que sean causas que realmente valen la

Abstract (II)

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Es un zumbido incesante en los oídos, sinsabor a acero en la boca por tener las llaves entre los dientes mientras escribo esta nota en el móvil, pero un relato al fin y al cabo. Hay silencio.  Silencio roto por los roces del cuero con cada giro de la cazadora y con el sabor a hierro que se filtra en mi boca, pero algo me dice, en mi profundo y oculto instinto, que en el silencio se haya la respuesta. Que por cada escalón que subo me dejo la vida misma apoyado en la balaustrada, que por cada peldaño dejo atrás un pedazo de mi buscando lo que quiero ser. Y caes en la cuenta de que como dijo Hugh Hefner, la vida es demasiado corta para estar viviendo el sueño de otra persona.

Marmor Proconnesium

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No colega, ya no sirve ni escuchar “The Islander” ni las canciones del pasado. Esta de puta madre tirar de raíces, pero a veces para avanzar es necesario cortar amarras. Nunca olvides que las escaleras de mármol son las mismas que una vez te hablaron del cofre y de la cerradura dorada. Esa leyenda que mal entendida te dio una hostia mal dada y te dejo noqueado en busca del siguiente “Érase una vez”. Pero hijo mío, es que no aprendes. Que por todas las capas de mierdas que lleves encima sigues siendo tú, y eso jamás se cambia. Que sigues siendo fiel a unos valores y principios de los que te has armado y por los que, jamás olvides, son los que te hacen estar donde estas. Siguen siendo los helados peldaños de mármol que marcan el destino, y siguen siendo los mismos peldaños los que marcan el final de la escalera. Bajo la misma luna, bajo el mismo sol.

C, e y d

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Dejé tres entradas en el tintero, pero no esperaba tener que tirar de nostalgia para escribir una cuarta que las sobrepasara a todas ellas, y más después de una semana de completa, absoluta y necesaria desconexión. Cuando publicas un libro siempre es motivo de orgullo. Hay horas y horas de trabajo detrás de cada palabra, de cada oración y de cada parágrafo, detrás de cada idea hilada con una trama que tiene que ser lo suficientemente buena para entretener, pero también lo bastante sutil para darle una hostia al final de la historia. En el caso de este libro la historia no va así.  Valor&Coraje fue un blog que nació en uno de los momentos que más acabarían marcando mi vida, y el iniciar ahora la publicación de esas entradas marca en rojo el calendario para siempre. ¿El motivo? Porque atraviesa de cabo a rabo la transformación del mundo que me rodeaba, y porque me hizo entender que en esta vida la única forma de lograr cambiar algo, es mediante el esfuerzo, la consta

Bajo llamas doradas

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Levántate. Hazlo por los que te apoyan, pero sobre todo por los que se deleitan viéndote sufrir. Levántate y hazlo con fuerza, con firmeza, no de un salto, si no lentamente. Notando como el peso del cuerpo se distribuye por las plantas de los pies a medida que te vas incorporando. De un hoyo solo hay dos formas de salir: o cavando hacia abajo, o buscando la forma de trepar por las paredes resbaladizas. No, aquí solo se sale hacia arriba. Aferrándose a las raíces y a la tierra, dejándose los muslos en cada patada para enterrar la punta de las botas en la arcilla húmeda del socavón en el que te han tirado mientras resonaba el eco de un: “de aquí solo salen los mejores”, pero acabas resbalando y dándote de bruces con la realidad.  Patinas y vuelves a caer al fondo. Te quedas mirando al cielo estrellado soñando con poder tocarlo. Con poder acariciar las estrellas que iluminan el firmamento bajo llamas doradas. Y aprietas los labios. Coges un par de fémures que hay de

Parpadeo

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Bajo el mar. Al atardecer y en uno de esos rincones únicos e irrepetibles que hay al lado de casa. Uno de esos lugares desde los que se aprecian formas, figuras y detalles que marcan, y que lo hacen a fuego bajo el agua. Uno de mis tíos me dijo una vez que yo era de la clase de personas que no debe de contar hasta diez para pasársele el cabreo antes de tomar una decisión, que quizás, y solo quizás, diez mil era el número que más se le acercaba. Tardé años en acostumbrarme a esa ley no escrita y consejo tan sabio, y he de reconocer que no me ha ido mal. Todas las acciones tienen su propia reacción. Todas y cada una de ellas. Con mayor o menor intensidad, pero todo tiende a una exacta posición de equilibrio. Y hoy ha sido uno de esos días, en las aguas donde los españoles les pararon los pies a los ingleses en el siglo XIX, que recordé que toda causa justa merece la pena, y es por ello que debe emprenderse.  Aunque sea amarga. Aunque sea áspera al gusto la sensación de l

In Crescendo

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Como el suave movimiento de viento que empieza con la sinfonía. Como la suave brisa de la primavera que va in crescendo hasta alcanzar la elevación de los pétalos que volarán a lo largo y ancho del mundo. Como la ascensión suave del mercurio en los termómetros a medida que se va acercando el verano. Lentamente, muy lentamente, con pasos pequeños pero que conservan la esencia del primero, con el caminar firme del no deber nada a nadie, ni si quiera una oportunidad por ser esta la ganada a base de trabajo, pulso  y dedicación.  Cuando los cielos se resquebrajen, los océanos se conviertan en lava, y la tierra existente se convierta en mármol blanco, entonces podrás permitirte el lujo de renunciar a alguno de tus sueños y a alguna que otra esperanza. Pero mientras tanto… Solo recuerda que lo imposible es un posible que tarda un poco más, y que todo lo imposible, lo es hasta que alguien demuestra lo contrario. Cuando se atiende a decenas de proyectos siempre se avanza más lent

Pluma y Espada

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Es de hoja simple. Sin filigranas. Lisa y relucientes bajo la luz. Es ligera. Equilibrada en su empuñadura, y de acero. Completamente de acero. Como la empuñadura de la pluma por la que soportas el goteo de la tinta antes de lanzarte al papel. El aire y el fuego que templan un alma de acero. Algo así rezaba una dedicatoria en un libro escrito ya hace algunos años, y es que acaba siendo este material uno de los más resistentes a los golpes, a las hostias, y a los cambios de situación. Son muchas las batallas libradas, son muchos los campos de batalla recorridos. En algunos he ganado, y en otros he aprendido. Pero jamás he renunciado a ser como el acero y como la pluma. El que a pesar de estar lleno de muescas y de golpes, con un poco de tacto y maestría sobre su filo, ofrece la mejor de sus versiones. La que remonta el vuelo con cada brizna de aire que cruza los mares y las amplias mesetas. Desenfunden las espadas, caballeros, y que dé comienzo la danza de sables. Porque

Metamorfosis de plata

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Se dice que la metamorfosis es el cambio o la transformación de una cosa en otra, especialmente el que es sorprendente o extraordinario y afecta a la fortuna, carácter, o al estado de una persona. Vamos, lo que sufren las mariposas cuando dejan de ser gusanos en el interior de su capullo de seda. Durante toda tu vida de gusano te cargas de amuletos, de recuerdos, de pertenencias que te van legando personas a las que guardas en uno de esos trocitos del corazón a los que nadie puede llegar salvo tú. Vas almacenando cada objeto como reliquias hasta que te das cuenta de que llevas tanto peso encima que se lastra tu caminar. Entonces empiezas a tejer tu capullo. Empiezas a usar el hilo de seda para recubrirte de tu armadura en los momentos de mayor debilidad, empiezas a quitarte toda la carga que tenías en la espalda para poder transformarte, para bien o para mal, en algo no diferente, sino nuevo. Entonces tomas la decisión de fundir todo. De fundir todos los recuerdos

Acero y hielo

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Las armaduras fueron creadas para proteger las partes más vulnerables del caballero para el combate cuerpo a cuerpo o los ataques a distancia, como pueden ser las flechas o alguna que otra pedrada. Básicamente se constituye de un yelmo para proteger la cabeza, la gola y cubrenuca para proteger el cuello, las escarcelas, petos, coraza, culera, y hombreras para el torso, y rodilleras, quijotes, y grebas para las piernas. Armados hasta los dientes y protegidos como un armadillo. Con armaduras de placas, de hierro y carbono y cadenas para evitar ser dañados, con guanteletes que protejan las manos para cualquier corte, y que impiden que el acero llegue tan siquiera a acariciarte con su dulce filo.  Porque las locuras que me hacen llevar a cabo P!nk o el Club de los López no están catalogadas en código de caballería alguno, y por prestar más atención a las notas musicales que a como colocar la armadura, me han asestado una estocada entre las costillas hasta el corazón. Y aho

Y seguido

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Decía un amigo que a veces hay que arriesgarse a que te hagan daño para ser un poco más feliz, que si sale mal por lo menos has tenido aunque fuera un segundo de felicidad, y en ocasiones un segundo de felicidad es más que mil años de sufrimiento. Siempre me han gustado los retos. Los importantes. Los que acojonan y hacen que salgas de tu zona de confort, los que te obligan a crecer tanto como persona como laboral o profesionalmente.  No lo niego y nunca lo negaré: tengo ambición de ser mejor. Tengo ambición por saber más, por ver más y por hacer más. Tengo ambición por escribir más libros, por estudiar más, por trabajar más y por sentir más. La vida está para vivirla y no para verla pasar, para formar parte de ella y no para quedarse entado en el sofá. Los cambios que son como puntos molan. Son jodidos, es cierto, sobre todo cuando empieza algo nuevo y rompes con lo viejo, cuando tienes esa gota de luz e ilusión que te motiva a mejorar, a aprender, a conocer y a viajar pa

Lo juro

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Todo comenzó cuando tenía quince años y con este libro. El que leí por primera vez sin conocer tan si quiera lo que significaba una disposición transitoria, pero que he guardado y que me ha acompañado como un amuleto desde entonces por lo que pudiera ocurrir. Y vaya si no han cambiado las cosas en poco más de diez años. El honor. Creo que es la palabra más importante que pueda tener en el vocabulario, tan a la altura de los verbos prometer o jurar; verbos propios de la fe que profeso, la norma máxima que acato, y los símbolos, ideales y tradiciones que mi conciencia me hace defender. Uno jamás debe renunciar a la defensa de sus creencias, de sus ideales o de todo aquello en lo que se inspire. No quedes callado cuando creas que algo no es correcto, y recuerda que gracias al sacrificio de muchos, a día de hoy puedes ejercer el más importante de los derechos: la defensa de la libertad. Resulta curioso que tenga que jurar el cargo como concejal a 48 horas del referendum ileg

Exergía

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No pienso dejar de soñar hasta el día en el que me muera. No pienso dejar de ver más allá del horizonte y del cielo, ni de los astros del firmamento, ni de las altas copas de los árboles que se mecen bajo la última ráfaga de viento del verano. No pienso dejar de correr detrás de metas tan inalcanzables que no se dicen en voz alta, ni dejar de sonreír aun cuando la pena quiera apagar las velas que iluminan la antesala de mi corazón, ni dejar que el aire abandone mis pulmones sin antes llevarse consigo cada gramo de malestar que tenga en el cuerpo.     No pienso dar un paso hacia atrás si no es para coger carrerilla, ni pienso renunciar a sueños por el mero hecho de problemas de agenda. No pienso cesar en perseguir los rayos del sol hasta beberme la última gota del ocaso, ni dejar de ver crecer la hierba mientras me siento a tomar un trago. No pienso pensar en darme por vencido, y hoy es un gran día para recordarlo.