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Mostrando entradas de octubre, 2017

Bajo llamas doradas

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Levántate. Hazlo por los que te apoyan, pero sobre todo por los que se deleitan viéndote sufrir. Levántate y hazlo con fuerza, con firmeza, no de un salto, si no lentamente. Notando como el peso del cuerpo se distribuye por las plantas de los pies a medida que te vas incorporando. De un hoyo solo hay dos formas de salir: o cavando hacia abajo, o buscando la forma de trepar por las paredes resbaladizas. No, aquí solo se sale hacia arriba. Aferrándose a las raíces y a la tierra, dejándose los muslos en cada patada para enterrar la punta de las botas en la arcilla húmeda del socavón en el que te han tirado mientras resonaba el eco de un: “de aquí solo salen los mejores”, pero acabas resbalando y dándote de bruces con la realidad.  Patinas y vuelves a caer al fondo. Te quedas mirando al cielo estrellado soñando con poder tocarlo. Con poder acariciar las estrellas que iluminan el firmamento bajo llamas doradas. Y aprietas los labios. Coges un par de fémures que hay de

Parpadeo

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Bajo el mar. Al atardecer y en uno de esos rincones únicos e irrepetibles que hay al lado de casa. Uno de esos lugares desde los que se aprecian formas, figuras y detalles que marcan, y que lo hacen a fuego bajo el agua. Uno de mis tíos me dijo una vez que yo era de la clase de personas que no debe de contar hasta diez para pasársele el cabreo antes de tomar una decisión, que quizás, y solo quizás, diez mil era el número que más se le acercaba. Tardé años en acostumbrarme a esa ley no escrita y consejo tan sabio, y he de reconocer que no me ha ido mal. Todas las acciones tienen su propia reacción. Todas y cada una de ellas. Con mayor o menor intensidad, pero todo tiende a una exacta posición de equilibrio. Y hoy ha sido uno de esos días, en las aguas donde los españoles les pararon los pies a los ingleses en el siglo XIX, que recordé que toda causa justa merece la pena, y es por ello que debe emprenderse.  Aunque sea amarga. Aunque sea áspera al gusto la sensación de l

In Crescendo

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Como el suave movimiento de viento que empieza con la sinfonía. Como la suave brisa de la primavera que va in crescendo hasta alcanzar la elevación de los pétalos que volarán a lo largo y ancho del mundo. Como la ascensión suave del mercurio en los termómetros a medida que se va acercando el verano. Lentamente, muy lentamente, con pasos pequeños pero que conservan la esencia del primero, con el caminar firme del no deber nada a nadie, ni si quiera una oportunidad por ser esta la ganada a base de trabajo, pulso  y dedicación.  Cuando los cielos se resquebrajen, los océanos se conviertan en lava, y la tierra existente se convierta en mármol blanco, entonces podrás permitirte el lujo de renunciar a alguno de tus sueños y a alguna que otra esperanza. Pero mientras tanto… Solo recuerda que lo imposible es un posible que tarda un poco más, y que todo lo imposible, lo es hasta que alguien demuestra lo contrario. Cuando se atiende a decenas de proyectos siempre se avanza más lent

Pluma y Espada

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Es de hoja simple. Sin filigranas. Lisa y relucientes bajo la luz. Es ligera. Equilibrada en su empuñadura, y de acero. Completamente de acero. Como la empuñadura de la pluma por la que soportas el goteo de la tinta antes de lanzarte al papel. El aire y el fuego que templan un alma de acero. Algo así rezaba una dedicatoria en un libro escrito ya hace algunos años, y es que acaba siendo este material uno de los más resistentes a los golpes, a las hostias, y a los cambios de situación. Son muchas las batallas libradas, son muchos los campos de batalla recorridos. En algunos he ganado, y en otros he aprendido. Pero jamás he renunciado a ser como el acero y como la pluma. El que a pesar de estar lleno de muescas y de golpes, con un poco de tacto y maestría sobre su filo, ofrece la mejor de sus versiones. La que remonta el vuelo con cada brizna de aire que cruza los mares y las amplias mesetas. Desenfunden las espadas, caballeros, y que dé comienzo la danza de sables. Porque

Metamorfosis de plata

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Se dice que la metamorfosis es el cambio o la transformación de una cosa en otra, especialmente el que es sorprendente o extraordinario y afecta a la fortuna, carácter, o al estado de una persona. Vamos, lo que sufren las mariposas cuando dejan de ser gusanos en el interior de su capullo de seda. Durante toda tu vida de gusano te cargas de amuletos, de recuerdos, de pertenencias que te van legando personas a las que guardas en uno de esos trocitos del corazón a los que nadie puede llegar salvo tú. Vas almacenando cada objeto como reliquias hasta que te das cuenta de que llevas tanto peso encima que se lastra tu caminar. Entonces empiezas a tejer tu capullo. Empiezas a usar el hilo de seda para recubrirte de tu armadura en los momentos de mayor debilidad, empiezas a quitarte toda la carga que tenías en la espalda para poder transformarte, para bien o para mal, en algo no diferente, sino nuevo. Entonces tomas la decisión de fundir todo. De fundir todos los recuerdos

Acero y hielo

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Las armaduras fueron creadas para proteger las partes más vulnerables del caballero para el combate cuerpo a cuerpo o los ataques a distancia, como pueden ser las flechas o alguna que otra pedrada. Básicamente se constituye de un yelmo para proteger la cabeza, la gola y cubrenuca para proteger el cuello, las escarcelas, petos, coraza, culera, y hombreras para el torso, y rodilleras, quijotes, y grebas para las piernas. Armados hasta los dientes y protegidos como un armadillo. Con armaduras de placas, de hierro y carbono y cadenas para evitar ser dañados, con guanteletes que protejan las manos para cualquier corte, y que impiden que el acero llegue tan siquiera a acariciarte con su dulce filo.  Porque las locuras que me hacen llevar a cabo P!nk o el Club de los López no están catalogadas en código de caballería alguno, y por prestar más atención a las notas musicales que a como colocar la armadura, me han asestado una estocada entre las costillas hasta el corazón. Y aho

Y seguido

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Decía un amigo que a veces hay que arriesgarse a que te hagan daño para ser un poco más feliz, que si sale mal por lo menos has tenido aunque fuera un segundo de felicidad, y en ocasiones un segundo de felicidad es más que mil años de sufrimiento. Siempre me han gustado los retos. Los importantes. Los que acojonan y hacen que salgas de tu zona de confort, los que te obligan a crecer tanto como persona como laboral o profesionalmente.  No lo niego y nunca lo negaré: tengo ambición de ser mejor. Tengo ambición por saber más, por ver más y por hacer más. Tengo ambición por escribir más libros, por estudiar más, por trabajar más y por sentir más. La vida está para vivirla y no para verla pasar, para formar parte de ella y no para quedarse entado en el sofá. Los cambios que son como puntos molan. Son jodidos, es cierto, sobre todo cuando empieza algo nuevo y rompes con lo viejo, cuando tienes esa gota de luz e ilusión que te motiva a mejorar, a aprender, a conocer y a viajar pa