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Mostrando entradas de mayo, 2021

Hic et nunc

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A veces le pides a la vida que te marque el camino, que te indique la senda y el rumbo que tienes que seguir porque tu ya no sabes que orientación tomar. Es como ese momento en el que tienes unas ganas irrefrenables de hacer algo que se sale del guión, de hacer algo que rompa y que sea parte de ti. De una rebeldía de antaño que ha sido consumada en carácter innato, en sello de identidad. Y lo haces, con una especie de miedo al cambio, pero con la certeza de que es lo correcto. Al fin y al cabo cada uno vivimos la vida como nos sale de dentro, sabiendo que hay gente que por muy buena persona que seas nunca te verá así, y debes de aprender a vivir con ello; con la certeza de que siempre existirá un qué dirán, al igual que siempre existió la dureza genital por donde pasárselo. La esencia de uno mismo es como el gas que permite que se iluminen las estrellas, así que sé como ellas, y nunca pidas permiso para brillar. Vive, coño. Y sé feliz.

Luz

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A veces no recordamos lo malo que es el rencor, la venganza y la inquina. El no saber mirar adelante; el alimentar odios con el único fin de creerse un intento de reina de diamantes que no llega ni a vidrio de Ecoembes. El no superar el pasado anclado en un futuro que pudo ser, pero que se quedó en eso. En el hipotético adverbio del quizás.  La vida y el tiempo siempre suelen dar dulces salidas a amargas dificultades, y como decía mi abuela materna: haz el bien y no mires a quién. Porque de gente para hacer el mal, está el mundo lleno. Así que dedica tu vida a iluminar allí donde no hay luz, a dar claridad donde solo hay quien destina todos sus esfuerzos en apostar por la oscuridad. Somos los errores que cometemos, los aciertos que consumamos y las experiencias que protagonizamos. Somos cicatrices, dolor y sonrisas. Somos lágrimas y silencio. Y si lo creemos, somos los héroes de nuestra propia historia.

Como copos de nieve

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Siempre existirá quien se crea con la autoridad moral de ser más que tú, de mirarte por encima del hombro, hasta de cuestionarte tu forma de vestir, de hablar o hasta de caminar. De estar por encima del bien y del mal, de ser juez, jurado y verdugo. De hacer de la Santísima Inquisición un juego de niños. Siempre habrá personas que te pedirán que dejes de ser como eres, porque es lo que a ellos les hubiera gustado ser y nunca tuvieron el valor de serlo. Siempre habrá quien quiera condicionarte los actos porque eres incomodo, porque te sales del guion o porque eres tan tuyo que nunca serás de nadie. La impronta del carácter nace de algo más de dar pulpo como animal de compañía ante las adversidades, y la integridad de uno mismo va más allá de caerle bien a alguien. Porque eres como los copos de nieve: No hay dos iguales. Como pensaba uno de esos jóvenes eternos que se sentaban al borde de la fuente de Lemuria: Nadie tiene más suerte que el que cree en la suya propia y tiene amigos

Trescientos sesenta grados

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  Las buenas decisiones son las que se toman en esos extraños momentos en los que hablas contigo, en los que miras a la nada cuando estás al lado del mar y el olor de la espuma llega hasta la pituitaria mientras los rayos líquidos de la puesta de sol te hacen entrecerrar los ojos. Son esos momentos de soledad con uno mismo en los que piensas las cosas a cambiar. En tomar las decisiones que te hagan ser feliz aunque duela serlo, aunque eso suponga volver a un punto de partida con un giro de trescientos sesenta grados, aunque suponga decir no. Pero lo bueno de esos giros que te dejan como estabas, son la percepción de ver por completo lo que hay a tu alrededor. No es una relación de coste-beneficio al uso, es la capacidad de saber que lo difícil, en la mayoría de los casos, termina siendo la opción correcta. Porque los deseos no son capaces de cambiar nada, y las decisiones que tomemos, tienen la capacidad de cambiarlo todo.

Estado de Guerra

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Ponte la pintura de combate en la cara, que las flores para florecer tienen que romper su capullo. No vale con que llueva o haga sol, hay que sobrevivir al viento; al viento salado de nacer al lado del mar y que te curte el carácter, que te hace bañarte en esa libertad que llega a ser demoledora para quien no la entienda; que arrasa con todo. Porque las flores que crecen en acantilados aprenden a florecer contra viento y marea. Aprenden a sufrir en silencio, a quemarse bajo el sol que abrasa y el frío que corta los labios, pero florecen y siguen en pie. Decía Akamine que solo las personas fuertes y de buen corazón logran alcanzar los nobles ideales, pero es que esto va más allá. Va de tener los ideales sólo como punto de partida y todo un viaje de sacrificios, dolor y sufrimiento para lograr algo. Esto va de desplegar la quinta flota en un charco, de matar moscas a cañonazos, de salir desde el primer momento a arrasar como un puto tsunami. Esto va de demostrarte a ti mismo que