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Mostrando entradas de julio, 2020

Punto gordo

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Recuerdo las clases en el instituto, y los consejos previos a los exámenes de la selectividad en las que se nos decía que en el caso de no llegar a conjugar en un mismo punto dos elementos tangentes, aplicáramos el teorema del punto gordo. A saber: Haz más gruesas las líneas hasta que finalmente se toquen . El problema lo tenías cuando se te iba la mano y terminabas saliéndote de la frontera, cruzando las líneas infranqueables que nunca se deben cruzar. Y lo haces sin querer, porque obviamente lo que buscas es la mejor nota posible para poder entrar en esa titulación que tanto deseas, pero te patina el compás, la regla y el portaminas. En la vida por desgracia, rara vez se puede aplicar este enunciado. Porque al igual que en el dibujo técnico, corres el riesgo de salirte del plano. Así que te quedan dos opciones: o cambias de folio, o borras con sumo cuidado y vuelves a dibujar la tangente, recordando que si borras demasiado, porque errar es humano,   pero hacerlo continu

Pentatónica

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Por un momento todo se para. El tiempo pasa cada vez más pausado, líquido, tangible al tacto e incluso a la vista. Sentido especialmente por el corazón. Durante un instante todo queda tranquilo, sereno. Calmado. Durante ese instante encuentras la paz que tanto tiempo estuviste añorando tras alcanzar una de esas metas que tenías delante, y decides embarcarte en otra más. Casi sin tomar una bocanada de aire. En una nueva aventura que no deja de ser un escalón más por la batalla que tienes contigo mismo. Por lo que está por llegar.  Porque es como ese solo de guitarra eléctrica que marca la nota más alta de la escala pentatónica, como el arco que hace gemir las cuerdas del violín. Como la brújula que gira alocada buscando el norte y de pronto se para indicando un nuevo amanecer. Como las cuerdas vocales que vibran al pronunciar un nombre. Porque lo difícil siempre ha merecido la pena, y los robles más fuertes siempre han sido aquellos que han crecido con el viento en contra.

Un brindis por San Miguel

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Llega un momento en el que hablas por pura mecánica. En el que los nervios son tan fuertes que en lugar de un estómago tienes una caldera, y el fuego que antes dormitaba en tu corazón ahora se expande por todo el cuerpo. Es como el sonido que hace una botella al descorcharse, en especial una botella que lleva cerrada mucho tiempo. 17 años. Es esa liberación que te recorre el espíritu al soltar lastre y dejar detrás de ti la estela de tu paso. Es saber que se ha terminado una etapa del camino, y que otra espera tras el ocaso.   Porque las batallas que libra uno mismo en solitario son quizás las más difíciles, y también las que más curten el alma. Porque las victorias después de no ceder en cada derrota, en cada golpe contra la puerta que se negaba a abrirse, terminaron por tirarla abajo.  Porque como dice una antigua canción:   los sueños solo mueren cuando por fin se hacen realidad. Y hoy se ha cumplido quizás el más grande de todos. Un brindis por ello, y en especial,