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Mostrando entradas de febrero, 2018

¡A volar!

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Desconozco cuando será la próxima vez que actualice este blog, porque desconozco por completo los pasos que seguiré en los próximos días. Esto es literalmente un salto al abismo. Un viaje de locura y pasión en la que la razón poco o nada importa, en el que el corazón lo es absolutamente todo. Durante los casi 26 años de vida que tengo no recuerdo haber hecho otra cosa que planearlo todo, de marcarme metas e ir a por ellas, de marcar objetivos y cumplirlos, para con todos y para conmigo mismo. Ahora me encuentro en ese instante en el que sé el comienzo, sé el destino, y la incógnita que es el camino es la sensación más increíble que he sentido en toda mi vida. Esa sensación digna de Juan Salvador Gaviota.  Ser dueño de mis propios actos, de haber escogido mi camino, de seguir mi voluntad y de tener el apoyo de mi familia, amigos y superiores en todos los estamentos posibles para seguirlo. Puedo decir que he superado uno de esos puntos de inflexión en mi vida, y camino sobre

A mi manera

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Te arde la garganta y la boca tras el fin de semana. Después de uno de esos fin de semana que tanto necesitabas y que la vida te tenía reservado. Con la gente de siempre. Uno de esos fin de semana especiales para el recuerdo en las vísperas de las fechas que te cambiarán para siempre. Y ahora aquí estoy, a los pies de la cama del hotel, delante del espejo mirándome mientras escribo, y haciéndome la pregunta de sí será cierto eso que dicen, que después de iniciar este camino, la vida te cambia para siempre. Nadie ha sabido explicarme si lo hace para bien o para mal, solo que como decía Paul Anka, y más tarde Frank Sinatra y otros grandes: “llegas al final sin deber nada a nadie. Planeando cada ruta, cada cuidadoso paso a lo largo del camino. Y más, mucho más que esto, lo hice a mi manera.”.  Y ahora, justamente ahora, echo de menos a esas tres estrellas que configuran el cinturón de la constelación de Orión, que sé que me protegerán desde donde quiera que estén, y sonrío con la

Hwang-ho

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Sentirás en algún momento de tu vida la necesidad de saltar y de olvidar el punto de partida, de enfrentarte a los elementos y de olvidar las causas perdidas, porque al fin y al cabo, tú has acabado siendo una de ellas. Sé feliz. Hasta el punto en el que cuando vayan a preguntarte hacia dónde vas, respondas que lo verás cuando llegues, porque si algo hemos aprendido de Gandalf es que un mago nunca llega pronto o tarde, si no en el momento en el que se lo propone. Que existen cientos de magias y de ilusiones, de trucos y de ciencia. De tardes en la bañera con la espuma enfrentada al principio de Arquímedes y el vino en la copa ejecutando vectores de presión, que la piel tostada bajo el sol no siempre es sinónimo de estar tirado a la bartola, y que tarde o temprano, la primavera siempre llega.   Que el querer, como leí en algún lado, es poner en la mano de alguien el poder de destruirte sabiendo que no lo usará nunca, y que los que revisten su corazón con granito, acaban por

Libro verde, y pasaporte

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Querido pasado, hace tiempo que no hablamos tú y yo. Te escribo este amago de poesía y destrozo de canción para decirte de corazón, que hice todo cuanto estaba en mi mano para pedirte perdón. Te escribí mensajes cargados de esperanza, secretos y sentimientos que el silencio devoró. Me aferré a las esperanzas perdidas y a las promesas que te hice siendo estas mi última obsesión, hasta que el ya dolorido corazón me lo pidió por favor. Para, por favor. Querido pasado, querido amigo, amante bandido como diría Bosé, te juro que lo vacié todo de mi ser. Que intenté derrumbar muros de hormigón con mazos de madera, que intenté escalarlos dejándome la piel. Que la vida me ha dado un aviso y que he perdido el tren. Aunque lo mio siempre han sido los barcos, qué se le va a hacer. Que mi deber no es quedarme sentado en la estación, si no subirme al muelle y bajarme del andén. Querido pasado, que todas las lágrimas que he vertido sean por tu bien, que nuestros caminos solo

Último atardecer

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Y mañana cuando me despierte tendré que enfrentarme a mis miedos. A las ganas que me invaden y a los miedos que me atemorizan, a los que me marcan un antes y un después desplazando los puntos finales. Desde pequeños nos meten entre ceja y ceja que los hombres no deben de tener miedo, que tienen que defenderse si les pegan, que tienen que ser, grosso modo , hombres. Pero reconozco que nunca te preparan para esto. Una cosa reventar un labio en el patio del colegio en legítima defensa, y otra es encauzar tu vida a una sola acción.  Aproveché los largos paseos en una ciudad del extranjero acompañados de la música y de mi soledad para entender que, aunque suene egoísta, uno está por delante de otras personas, aunque sean personas que te importan. De retos que suenan a enormes campañas y que, para que negarlo, acaban pasando un suave y terso velo que acaba cubriendo tus sueños, relegando estos a un segundo plano. La eterna lucha del Yin y el Yang, del rojo y del azul, de lo dulc