Último atardecer
Y
mañana cuando me despierte tendré que enfrentarme a mis miedos. A las ganas que
me invaden y a los miedos que me atemorizan, a los que me marcan un antes y un
después desplazando los puntos finales.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmCovwSrMBwzj4rvMDxk7MtghhSgz1umQbPKnqyhdVOXgxEwB9o9AXD-I1BngybR0j1QJXjPqMX3R85je53_W2BWkTND50wv-pEaNI-HrowkL_LoyHDZQLnR5euc4jZWfabloAsCiOx8g4/s320/IMG_20180202_180949.jpg)
Aproveché
los largos paseos en una ciudad del extranjero acompañados de la música y de mi
soledad para entender que, aunque suene egoísta, uno está por delante de otras
personas, aunque sean personas que te importan. De retos que suenan a enormes
campañas y que, para que negarlo, acaban pasando un suave y terso velo que acaba
cubriendo tus sueños, relegando estos a un segundo plano.
La
eterna lucha del Yin y el Yang, del rojo y del azul, de lo dulce o salado,
calor o frío. Va siendo hora de centrarse en el objetivo más importante de todos y ajustar cuentas con Poseidón.
Estos
días los puedo reducir a una de las grandes enseñanzas que
siempre me acompañarán, y se resume en la frase de un músico con el cual he
mantenido confesiones incontestables:
"Haz lo que realmente quieres hacer. Si
puede esperar y espera, es que entonces vale la pena."
Y
confío en que así sea.