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Mostrando entradas de diciembre, 2020

Qué año tan largo

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Qué año tan largo, tan duro, y con tantos sentimientos encontrados. Porque este año me enfrenté a la última de las batallas profesionales que tenía pendientes para poder seguir adelante persiguiendo un sueño. Porque he terminado ese libro que empecé hace años, y he logrado ponerle un punto y final. Porque he hablado con mi pasado, he descubierto que no forma parte de mi presente, y que no va influir en mi futuro. Porque me he reencontrado a mí mismo. Porque he vuelto a disfrutar con un deporte que llevo marcado a fuego en mis entrañas, y porque he descubierto que los puntos más fuertes, son aquellos que en el pasado fueron débiles y se trabajaron para hacerte mejor. Porque he sufrido, y ha sido mucho, junto con mis compañeros y amigos en ese edificio que se llama Casa del Concello, donde hemos logrado liquidar las deudas pendientes y miramos al futuro con optimismo, sabiendo que a pesar de lo duro que ha sido este año, hemos logrado imposibles, y lo seguiremos haciendo. Porque

Por el tiempo

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Se hace imposible no mirar hacia atrás en una Nochebuena, en contar quienes se sentaban a la mesa a la hora de cenar y quienes estamos ahora. Todos tenemos sillas vacías; sillas más grandes o más pequeñas. Huecos que siempre nos acompañarán como el recuerdo perpetuo de que éramos ricos y no lo sabíamos. Como los recuerdos y sueños que se guardan en bolas de cristal para colgar cuando llega el momento del árbol de Navidad. Porque en eso consiste el tiempo; No son las agujas del reloj girando sin ton ni son, si no lo que vivimos y lo que marcamos, la huella que dejamos. Lo único que podemos regalar a los que más queremos para que, cuando ya no estemos, sonrían mirando al pasado desde el presente, y puedan seguir adelante.  Y es por eso que el brindis de esta noche no tiene que ser por quienes han dejado los huecos en la mesa, si no por los recuerdos y vivencias que nos legaron. Por esos instantes que nos ayudan a seguir adelante, sabiendo que tarde o temprano, nos volveremos a enco

Aguantar la respiración

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Y coges aire. Lo haces con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás, notando el viento del noroeste que te trae el frío del invierno hasta la piel y el corazón, hasta cada poro del cuerpo que recuerda de donde vino. Comienzas a girar la cabeza alrededor del cuello, notando la lana del jersey que te hace cosquillas en las orejas y en la nuca, mientras exhalas el suspiro que arrastra toda la mierda que puedas tener dentro: Todo el estrés, la incertidumbre y la niebla que cubre el sendero que hay delante de ti. Y clavas la mirada. Lo haces en lo que duele y cuesta, en lo que quizás sea el mayor de los sacrificios que tengas que realizar. En lo que es salir de la zona de confort, en lo que es uno de esos viajes que no sabes en lo que puede terminar. Cuando tomas aire de nuevo, un escalofrío recorre todo el cuerpo. Vas ligero de equipaje, tan solo con lo puesto y lo aprendido, pero con la certeza de llevar todo lo necesario. Porque después de preguntarte qué es lo más imp

Recomposición

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Te dirán que no te pega o que no va contigo. Que no es tu estilo y que no es lo que te conviene. Te dirán que no es lo que debes hacer, te dirán que no es lo correcto ni lo indicado, que choca de lleno con lo que tú tienes que concebir, sentir o expresar. Te dirán que aquello que quieres no es lo conveniente. Que aquello que nace en el interior del pecho y que expresas con cada frase, gesto o acto, no es procedente. Te intentarán encorsetar dentro de lo común y apropiado, del gremio de las alas encogidas en la espalda que prohíba volar más arriba de las nubes, soñar más allá de las estrellas. Pero es que hay espíritus que han nacido para dar todo lo que tengan por la causa en la que crean, porque aunque se acaben rompiendo, se van a volver a recomponer. Porque eso es sentirse vivo: echarle huevos aunque no tengas gallinas.

Diez años

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Te tiras años buscando algo especial. Decepciones tras decepciones, y decepción una. Te resignas a aceptar que nunca encontrarás nada que te vuelva a hacer latir el corazón. Que más vale ponerse una coraza de piedra para no sufrir, que es mejor morir en vida a tener un solo segundo de sufrimiento. Un día, una noche, todo cambia. Sigues adelante. Te arriesgas y empiezas a desmontar toda la muralla que una vez levantaste a tu alrededor. Supongo que uno nunca está preparado para las decisiones importantes, pero es que quizás por eso lo son. Llevo casi 29 años guiándome por el instinto y por el corazón, por los impulsos que brotan de dentro, por la fuerza de las palabras y la intuición de los sentimientos. Aprendiendo, cayendo, levantándome, viviendo, amando, llorando, y riendo como si lo fueran a prohibir. 3 de diciembre de 2010. Una década, diez años de valor y coraje, de formas de ver el mundo y la vida. De crear de la nada. De sentirlo todo. Toda una década que no puede tener m