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Mostrando entradas de julio, 2012

Resistiré

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Se cual es esa sensación de encontrarse solo ante el peligro, de tener en frente un muro de hormigón contra el que te empotras día sí y día también sin lograr que se mueva un ápice. Te das de ostias contra él, te partes los dientes, la nariz, te raspas las mejillas, pero a pesar de todo, sigues chocando contra él con la paciencia que tiene el mar para pulir una piedra o un trozo de cristal. Y chocas, sigues chocando, y seguirás haciéndolo porque así hemos nacido los herederos de la sangre celta, caliente como fuego y fría como el océano. Seguirás en pie mientras todos y cada uno de nosotros estemos a tu lado, mientras nuestras espadas tintineen con nuestras armaduras y los escudos paren los golpes, mientras las capas ondeen libres al viendo, y continúen sonando los cuernos de guerra a favor de la libertad. Aquí seguiremos a tu lado. Al lado de la esperanza y del cambio, al lado de los que no le tienen miedo a vivir como de verdad quieren vivir. Que no le tienen miedo a ningún tir

No me arrepiento

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A veces la vida te obliga a caer para darte cuenta de tus errores, pero si no eres tú quien los busca, quien lucha por encontrarlos y corregirlos, las caídas no sirven de nada. Que es mejor, ¿Renunciar a una lucha por ideales e intentar cambiar las cosas, o renunciar a lo poco que has hecho para quedarte como estabas? Balanza. Pon todo en una balanza… ¿Serías capaz de renunciar a algo que te encanta y te llena, serias capaz de incluso sacrificar a ciertas personas por ayudar a los demás y ser tachado de otro ladrón del montón que lo único que quiere es poder y dinero? ¿Serías capaz de renunciar al trabajar para los demás por tu entretenimiento? No, no lo creo. Llamadme masoquista pero jamás he renunciado a un sueño, a una promesa y ni mucho menos a mi palabra. Puede que actuara a veces sin darme cuenta, puede que juzgara y ahora pida no ser juzgado, no obstante tengo una cosa muy clara: No me arrepiento de comenzar una larga batalla llena de insultos, mentiras, calumnias

Relato de la Sombra y la Vela

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Érase que se era una vez, en un reino muy lejano, una sombra no dejaba de observar la luz de una vela que iluminaba el escritorio del rey. Era una sombra modesta, pequeñita, que únicamente  aspiraba a dejar de encontrarse sola en el mundo, y que se sentía irremediablemente atraída por aquella hermosura, aquella luz que iluminaba las noches desde lo más alto del palacio. Se acercaba tímidamente cada ocaso para observar su larga melena centelleante y su cuerpo de cera, se acercaba para sentir el calor y la luz que brotaba insaciable de su cabello, pero siempre sin que la llama viera a la sombra. Un día tuvo el valor de acercarse a ella para observarla más de cerca, y la llama de la vela se quedó prendidamente enamorada de él. Sus ojos se cruzaron bajo la luz de la luna y la sombra y la llama cayeron en un profundo y eterno hechizo de amor, pero cuando la sombra se acercó para acariciarle la mejilla, se quemó la mano. La miró con los ojos llenos de lágrimas, y salió huyendo de los

Nunca tocarás el suelo

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Confiar en ti mismo, correr sobre la línea que separa dos mundos, que diferencia el éxito del fracaso, la locura de la cordura. Correr sin mirar atrás. Tropezar. Caer. Una nueva batalla por levantarte, pero lo haces. Sigues corriendo por la delgada línea del horizonte que separa el cielo y el mar. Haces el amago de caer pero no rozas el suelo y sigues pisando fuerte. Te comes el mundo. Todos los puñales, todas las dagas que te han lanzado las esquivas mientras intentas no dejar de correr. Avanzas sobre la línea. Confías en ti mismo, sin importar lo demás, solo tú y alcanzar los sueñoa que se evaporan entre la noche y el amanecer. Corres sin mirar atrás. Confias en ti mismo. No dejas de correr. Persistes. Caes. Te levantas. Te duele el pecho por la falta de aire. No paras. Sigues adelante. Sufres. Lloras. Cierras los ojos, y pase lo que pase, continúas corriendo. Sin parar, sin ceder, sin tener miedo. Así y solo así, nunca tocarás el suelo .

No les tengo miedo

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Lo escucho en la lejanía. Ya suena. Se eleva el sol sobre el horizonte y el cielo se alza completamente carmesí, signo de que se verterán litros de sangre, sudor y lágrimas. Suenan los cuernos de guerra, entrechocan las espadas en los escudos, y las cotas de malla tintinean al compás del trote de los caballos. De pronto, el silencio. Levanto el visor de mi yelmo mientras el sol brilla en mi armadura plateada, decorada con zafiros en el pecho formando el escudo de armas de mi propia Casa, un escudo de armas por el cual estoy dispuesto a derramar hasta la última gota de mi sangre y exhalar hasta el último suspiro de mi vida.  Las hordas del mal, aquellos que atentaron en el pasado contra mi honor y mi familia, mi verdadera familia, se asientan a las faldas del Monte Oscuro, a la sombra del sol que amanece y sumergidos en la penumbra y en las tinieblas, pero no les tengo miedo. A ninguno de sus comandantes ni generales, a ninguna de sus arpías ni lobas. A nadie. Alzo l

El Ángel Caído

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Te arde la sangre y se calienta el cuerpo, el vello de la nuca se eriza y la electricidad recorre todos los rincones de tu ser. Rozas con los labios la lengua, mientras notas que la lujuria brota en el interior insaciable, incansable, caliente. Caminas notando el sonido vibrante bajo tus pies. Lo notas, te acerca, y entonces saboreas la miel. Te abalanzas sobre su cuello cual vampiro insaciable de sangre, rozas con la lengua la piel suave, su aroma y su envidiable carne. Notas su sabor dulce, húmedo y ardiente. Se aviva el fuego de los infiernos y los hornos abren sus puertas de hierro negro.  Escuchas sus gritos retumbando en las paredes, y te das cuenta de que tu nombre resuena en cada ladrillo. Pero nada ha comenzado. Aún no. Todo está bien. Toma   el dolor y el placer, yo soy el amo de ambos. Cierra tus ojos, di no a tu mente, déjame entrar en tu alma, porque un ángel ha caído, un ángel que está a punto de hacer que tiembles.

El Primer Hombre

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Al amanecer del día nacerá la luz. El viento soplará en tu cara y los años acariciaran las arrugas. Escucha esa voz desde lo más profundo, es la llamada del corazón. Cierra los ojos, y encontrarás un camino que te aleje de la oscuridad. Aquí estoy, sentado en una piedra mirando el nacimiento del mundo en solitario.  ¿Me enviarán un ángel? Aquí estoy, en la tierra de la estrella de la mañana. Encontrando mi lugar en el ojo de la tormenta, buscando las rosas sin espinas, pero en todas aguarda una que acaba encontrando su lugar entre mi piel, mi carne, y mi sangre. Hubo un hombre sabio que dijo que me levantara siempre que cayera, que las heridas cierran y las magulladuras curan. Que el corazón vuelve a latir. Que extendiera la mano y notara el hechizo, esa fantástica magia de creer en ti mismo.

Saltar al vacío

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Cerrar los ojos y respirar el viento. Sentir las ráfagas de aire que le susurran a la piel y el torso desnudo acariciado por los últimos rayos del ocaso, el sabor del salitre en la boca y el sonido de las olas rompiendo con fuerza en las rocas, con el ímpetu de los caballos salvajes que corren libres por las infinitas praderas de esmeralda.  Respirar el viento. Capturarlo unos segundos en tu cuerpo mientras escuchas las aves, el corazón, el orgullo y el tiempo. Miras al cielo azul, ese azul encerrado en el corazón de los zafiros pulidos con la fuerza de las mareas. Aprietas su foto encerrándola en tu puño, y es entonces cuando sin saber si caerás en una poza de agua, o entre las garras de las rocas afiladas, coges carrerilla. Notas el aire salado y las gotas de agua que acarician tu cuerpo mientras te acercas al borde, de pronto, la tierra desaparece debajo de tus pies y el vacio es el único punto de apoyo. Cierras los ojos y te abrazas a tu destino, sin saber si caerás en un

Luz, Sangre y Fuego

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Luz Eterna. Sangre fría. Fuego perpetuo. Nace el calor en la arena mojada por los mares helados y la madera arde junto con los deseos de una noche de verano, siendo el precedente de la tempestad que se avecina, de la muerte y la destrucción que espera con la salida del sol. Calor. Fuego. Aire y salitre. El horizonte sin luz reina y gobierna los corazones mientras en la orilla se alzan las montañas de fuego fatuo y ceniza. El aire arrastra ese aroma de batalla y de lucha, arrastra ese aroma que no huele igual en todos los lugares y que se cierne sobre la oscuridad dando alas a las huestes de la Luz, arrojando cascotes sobre las alas de la muerte. Ese olor… Ese aroma… Esa esencia que entierra a la oscuridad y a la muerte bajo una lápida de aire, el mismo que invade mis pulmones y gobierna mi vida desde mi primer gemido y latido, ese aroma que se alza desde el frío norte hasta las cálidas tierras del sur, el aroma de las batallas, de la guerra, de la libertad y de la victoria.