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Mostrando entradas de junio, 2017

El Arte del Kintsukuroi

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Hace tiempo que no hablo con vosotros, que no os visito ni os molesto de alguna forma. Quizás porque he crecido y he dejado de lado esa parte que tanto se volcaba en los sentimientos y se centra ahora en el raciocinio. Quizás porque me tocó asumir el control de la vida. Quizás porque dejé de rogar por la señalización del norte, y decidí que el norte fueran las puntas de mis zapatos. Desde entonces no escribo como antes. Ni vivo, ni siento. Desde entonces he dejado atrás la juventud sin preocupaciones y me centré en el rol para el que estoy predestinado, y para el que tantas migas de pan habéis dejado. Intento hacer como hace la cultura nipona, que cuando se cae un jarrón y se rompe en pedazos lo juntan con oro porque las cicatrices siempre son un punto a favor y te hacen más fuerte. Porque las marcas, las alteraciones en el cuerpo, siempre van acompañadas de sentimientos ocultos en lo más profundo del corazón. En esos rincones a los que absolutamente nadie consigue lleg

Caballeros de huella imborrable

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Que cuando el calor apriete tengas una gota de agua que llevarte a boca, y que cuando el fuego lo arrase todo, seas el brote que surja de las cenizas bajo la tutela de las nubes y los tenues rayos del sol. Que nunca necesites otra cosa que sean la salud y tus propias manos. Que cuando te mires al espejo sepas que todo lo que tienes lo has logrado por tus méritos, y que en el momento que la mochila pese demasiado puedas sacártela y decir que cambias de camino. Que seas como las tormentas en el desierto, que tengas la voracidad de un ventisca y la fuerza del oleaje, que jamás dejes de vivir de forma apasionada ni de sentir pasión por lo que haces. Que tu destino y tu camino sea certero, porque es el camino tú mismo has elegido. Lucha por pertenecer al pequeño grupo de los eternos incomprendidos, de los que son diferentes porque hacen cosas diferentes, porque sus ideales pesan más que sus intereses y porque en ocasiones, en el lugar en el que pisan, dejan huella imborrable.

Marcas en el Silencio

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De costado y sudando, para variar. No, no es una postura porno, es la forma que tiene la vida de dejarte alguna marca en el cuerpo. Alguna frase dicha sin querer y sin intención que acaba marcando más que cualquier regalo en formato físico y papel. Una marca silenciosa entre tú y yo gritada por aguja y tinta. Siempre me hizo gracia la locución latina del  totum revolutum,  pero deja de hacerlo cuando estás sumergido en esa espiral de caos que te levanta los pies del suelo llevándote a tierra de nadie. Pero entonces aparece tu estela entre las estrellas marcando el camino a seguir. El tiempo pasa para todos, pero los caminos que trazan las tortugas siempre son los caminos lentos y bien hechos… Aunque quizás el truco esté en emprender varios caminos de forma lenta y constante, tardando un poco más en llegar a cada parada, pero con la certeza de que es el camino correcto. Y es que el tiempo no se ha detenido en estos tres años, y yo tampoco lo he hecho. Quizás es como dice

Taciturnidad

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Quien piense que la soledad es un castigo, es que todavía no se ha encontrado a sí mismo. A veces, y en muy contadas ocasiones, la vida nos da la oportunidad de encontrarnos a solas, de no depender de nadie. Nos da la gran oportunidad de vivir siguiendo los dictámenes de nuestro corazón y de nuestra intuición defendiendo aquello que creemos como lo correcto y como nuestro.  Hubo una persona que me dijo una vez que los escritores éramos taciturnos y estábamos condenados a vagar solos por el mundo porque en ello nos iba la inspiración. Personalmente creo que hay inspiraciones e inspiraciones, pero sí es cierto que una hora contigo, a solas, vale oro al peso. Estar solo no es sinónimo de no tener a nadie a tu lado, simplemente es ese espacio que algunos guardan para poder diferenciar las ilusiones de la realidad, para diferenciar entre lo perfecto e imperfecto. Entre los caminos que no llevan a nada, y l os que te llevan hasta las estrellas. Y ese es el lugar al q

En mis venas

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En la noche recordé todos los adiós que tuve que dar, de toda la gente de la que me despedí prematuramente y que me dejaron marcado a fuego su carácter, su aliento, y su inspiración. En la noche recordé la sangre que recorre mis venas. Recordé esos detalles de la infancia acompañados de los sueños que flotan en el eterno atardecer, y de lo tanto que echo de menos un simple gesto, un guiño.  Las sonrisas gravadas a quemarropa como los disparos de una Beretta-53, venenos dulces que te consumen haciéndote sentir mejor, susurros de viento que te inyectan ánimos cuando la oscuridad gana terreno. Una partida de cartas, una caricia, y esa forma de mirar. En la noche recordé todo lo que me quitó la vida, todo lo que me quitó demasiado pronto, y cuanto me gustaría que esas personas estuvieran aquí conmigo ahora. En la noche que recordé todas las sonrisas disparadas a quemarropa, a punto de cruzar la meta del eterno sueño.