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Mostrando entradas de septiembre, 2012

El momento de rendirse es nunca

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Silencio. Cojo aire, inspiro y expiro, pero sigo en silencio. Camino bajo el susurro de los árboles que me muestran sus conocimientos con cada hoja que cae del cielo, pero luego me paro. Miro  lo que creo que es mi salvavidas y resulta ser una boya de plomo. Noto como mi corazón me grita que me aferre a la muerte segura siguiendo el instinto de la carne, mientras algo en el lado derecho me dice “espera, no seas un cobarde, hazme caso a mi”. Retomo el eco de un latido que vuelve, de un segundo corazón adormilado por el humo, un latido que había sido asesinado por el tiempo pero ahora lo noto, recuerdo como me había dicho que cada lágrima era un recuerdo que se iba, y que cada tristeza, era un paso más cerca de la alegría del mañana.  El momento de rendirse es nunca .

La Ventana

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Era como uno de esos días de verano en los que se sentaba en la ventana mientras escuchaba la melodía del piano. Ahora llovía, las nubes ocupaban el techo antes estrellado y el agua resbalaba detrás de los cristales. El viento acariciaba las hojas de los árboles que poco a poco se quedaban desnudos y el frío comenzaba a sitiar el piso. Miraba por el cristal mientras recordaba tiempos mejores, mientras los apuntes se le amontonaban encima de la mesa esperando a ser pasados a limpio, tendría que ponerse a ello pero no tenía ganas. Quería dos minutos de paz en los cuales el mundo se parara en seco. Se dejo invadir por la nostalgia recordando los rostros de aquellas personas que siempre le habían ayudado a levantarse, recordando cómo día a día aprendía que en este mundo nadie regalaba nada, pero ahora había crecido, y era hora de demostrarle al mundo, que sabía levantarse por si solo.

La Fuerza del Mar

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Miro por la venta y solo veo nubes bajas, agua, frío y viento. El mar enfurecido y crispado por las mareas y las ráfagas de aire me llama con su dulce y sonora canción, me llama rogando a un orgullo dormido que se aletargó entre lágrimas, nervios y el sentimiento de soledad. Seguía observándolo. Notaba como su impulso y su ímpetu batía contra el casco de los barcos, como crecía ante las rocas, como su fuerza y su grandeza aclamaban en cada ola como si fuera el último golpe, negándose a renunciar a algo para lo que había nacido. Lo miraba fijamente mientras escuchaba al viento ulular en lo más alto y el frío llegaba hasta el interior de los huesos. El blanco y el gris, las miles de gotas que hacían que su superficie enfurecida bailara y se amoldara a las corrientes, todo sincronizado en un baile con el viento y los rayos que iluminaban la liviana oscuridad.                Solo necesité verlo durante un instante, durante un segundo, para recordar que a veces, cuando el orgu

La Frontera de tu piel

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Miro la sonrisa que albergas bajo la luna llena mientras tus caricias me transportan al reino de las nubes, donde la noche perpetua y estrellada conjura para traicionar al Sol evitando que éste vuelva a salir de nuevo. Me ahogo en la frontera efímera de tu piel mientras el horizonte arde con el ocaso. Rozo cada milímetro de tu cuerpo con mis labios parándome en los rincones donde tu alma se esconde mientras desea ser encontrada. Me inflamo entre tus manos y tu pecho, mientras noto como tu pelo se enreda con el mío. Te beso. Me besas. Nos ahogamos en nuestro propio calor mientras el tiempo se para en seco de golpe. Me miras. Te miro. Nos fundimos en las arenas del tiempo durante una centésima de segundo. Te sonrío. Me sonríes. Y despierto del sueño rogando por tenerte aunque sea tan solo por una vez. (Perdón por no podes actualizar más a menudo el blog, pero no tengo internet en el piso y se me hace complicada la cosa. Y gracias por las más de 33.400 visitas!)

Tierraquemada

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Se cierne la oscuridad sobre un mundo ya pintado de gris y donde la tierra es ceniza, donde los árboles se secaron hace años y la última gota de agua se había evaporado nada más tocar suelo. La tierra ya no lloraba porque no le quedaban más lágrimas que derramar, y la Vida huía escondiéndose debajo de las piedras para evitar ser encontrada y aniquilada. Sonaba la cantata acompañando al diablo que cabalgaba a lomos del fuego que asolaba todas y cada una de las costas de aquel reino. Los Dioses de los Cielos hacían años, milenios, que habían tomado la decisión de no bajar más a la tierra dejándola destinada a lo que el azar quisiera. Pasaron siglos de aquello. Los templos de culto al fuego salpicaban la faz de la tierra y los fuegos fatuos iluminaban sus cavernosas estancias, pero un día, cuando la tierra se paró y dijo que se bajaba del mundo, la Vida salió de debajo de las piedras dispuesta a morir antes de continuar viviendo de aquella manera. Siempre es preferible mor

Mar de Sueños

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Me siento en la arena escuchando el mar, mientras mis dedos se pasean escribiendo tu nombre. Cierro los ojos, el viento me hace cosquillas en la nuca y el cielo comienza a caer sobre mi cabeza con la delicadeza de una pluma. Abro los ojos de nuevo, observo la inmensidad de la tierra azul y como las olas chocan contra las rocas en una batalla que dura milenios, me centro en su sonido. Me absorto de la realidad mirando al horizonte y los diferentes tonos de azul, mientras solo escucho el aire y océano. Respiro. Lleno mis pulmones, y una voz lejana poco a poco me trae de nuevo a la realidad, el eco que parecía lejano se acerca, y es entonces, cuando despierto de un sueño con miedo a seguir soñando.

Esta rutina ya no será la de antes

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El cielo. Azul. La existencia nace de nuevo en el camino donde la Muerte se había sentado para segar almas pacientemente, donde hacía eones que ninguna de las hebras de la vida arraigara y diera fruto, pero el tiempo pasa hasta para ella y no se ha dado cuenta de ello. Las cenizas del ocaso se agolpan sobre mi pelo y el aire salado me vuelve a dar en la cara como lo hacía cada mañana, cada día, en cada instante y en cada segundo. Me miro las manos, miro el camino recorrido, y es cuando me doy cuenta de que estoy más cerca que nunca. Se adelanta el primer paso. La vida retumba en mis oídos y las sonatas de las mareas y de los océanos vuelven a batir de nuevo en mis tímpanos, tal y como lo hicieron los cuernos de guerra que llamaban a la batalla antaño. Se acerca el sino, y lo espero con los brazos abiertos. Es el momento y no tengo miedo a este paso ni a los que tenga que dar desde ahora. Ha llegado la hora de transformar las palabras en hechos, y esta rutina ya no será la d

Y la tierra gira, y gira, y gira...

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La tierra gira y nosotros no somos quienes para detenerla. El tiempo continúa avanzado lento en los momentos duros, pero veloz y letal en aquellos que más estimamos. Los últimos años se me han pasado tan rápido que ni si quiera me he dado cuenta de lo que he cambiado, de lo que he aprendido y de los errores que no debo volver a cometer. Durante este tiempo, conoces a gente especial, amigos, conocidos, líos y a mucha gente de cualquier raza, sexo o condición. Hay gente que te marca, y gente que solo pasa por tu vida como la suave brisa de verano bajo los cálidos rayos del Sol. Pero como dije antes la tierra sigue girando, y nosotros no somos quienes para detenerla. Lo único que podemos hacer es girar con ella, caminar al compás del tiempo, respirar cada segundo de vida, y vivir cada instante como si fuera el último del universo.