Y seguido

Decía un amigo que a veces hay que arriesgarse a que te hagan daño para ser un poco más feliz, que si sale mal por lo menos has tenido aunque fuera un segundo de felicidad, y en ocasiones un segundo de felicidad es más que mil años de sufrimiento.

Siempre me han gustado los retos. Los importantes. Los que acojonan y hacen que salgas de tu zona de confort, los que te obligan a crecer tanto como persona como laboral o profesionalmente. 

No lo niego y nunca lo negaré: tengo ambición de ser mejor. Tengo ambición por saber más, por ver más y por hacer más. Tengo ambición por escribir más libros, por estudiar más, por trabajar más y por sentir más. La vida está para vivirla y no para verla pasar, para formar parte de ella y no para quedarse entado en el sofá.

Los cambios que son como puntos molan. Son jodidos, es cierto, sobre todo cuando empieza algo nuevo y rompes con lo viejo, cuando tienes esa gota de luz e ilusión que te motiva a mejorar, a aprender, a conocer y a viajar para aumentar tus miras y tu experiencia. 



Entradas populares de este blog

No enemies

Las pilas de Nesperino

Ratón y mantequilla