Milagros y Fe


Los milagros jamás han existido, nada se obra por arte de magia. Ni las montañas se mueven por si solas, ni el agua jamás se puede transformar en vino, ni tampoco se puede traer a la vida a los muertos. Nada de eso es real. Absolutamente nada.

Los milagros y las obras de gracia jamás han caído del cielo, aunque siempre hay algo de sobrenatural en los sentimientos del ser humano, en esa cabeza pensante que nos ronda a cada uno de los 7 mil millones de seres que vagamos sobre la tierra, la hierba, los mares y el asfalto.

Los milagros no existen, es cierto, jamás han existido, pero la fe ya es otro cantar. La fe en uno mismo, en su trabajo, en su esfuerzo, en el sudor que cae de la frente y en los callos de las manos, en el viento que choca contra los rostros curtidos de los marineros, y en el sol que tuesta las teces de los indígenas del Amazonas.

Los milagros no existen, nunca lo han hecho, pero si luchas por que la ilusión no muera, y si te dejas la piel en aquello por lo que batallas, respiras y amas, entonces y solo entonces, sí que habrá milagros, habrá milagros si tienes fe.



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