La felicidad pesa 639 gramos


Llevas años esperando un momento. Suena el teléfono, y te dicen que por fin está ahí, que después de tantos miles de kilómetros recorridos, que después de tantas millas, tiempo, agua, frío y tierra, por fin está a las puertas de tu casa.

Te suena el móvil a las 9 de la mañana, es un mensaje. Lo lees y se te hiela la sangre, entiendes la pesadilla que tuvo lugar hace escasos minutos, y entiendes que el tiempo comienza a derrumbarse, entiendes que ya no hay tiempo y que la cuenta atrás ha comenzado. Pero no importa, pues ha llegado la hora de que se cumpla un sueño.

Abres la puerta. Llueve, y te lo encuentras de frente, desenvuelves el paquete mientras el corazón ríe y llora, lo miras con los ojos vidriosos, y por fin entiendes lo que se siente al matar una ilusión y hacer realidad un sueño.

Ahora que ya tengo asimilado lo del libro y todo eso, decir que tan solo por ver la cara llena de felicidad de mis abuelos, y alguna que otra lágrima, ha valido la pena estar hasta las tantas de la mañana luchando contra el cansancio con tu imaginación, ganas y esfuerzo. Hay cosas que el dinero jamás podrá pagar, sensaciones que pocas veces puedes repetir, y el ver orgullo y cariño en los ojos de las personas que más quieres, es la mayor recompensa que puedes recibir. 


¡Las esperanzas e ilusiones han muerto, larga vida a la hermosa y cruda realidad!




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