Guerra de Sangre

Esta es la penúltima entrada del año, tengo una reservada para el día 31, así que quiero dejar aquí una parte de mi segundo libro (“Los Guardianes de Lugar-Olvidado”). Cualquier similitud con la realidad, es una pura coincidencia. ¡Espero que os guste!:

Lord Michael se encontraba sentado en el trono acariciando la empuñadura de su espada, cuando los ojos, cada vez más oscuros y crispados, estallaron de furia y rencor. Le hervía la sangre. El instinto asesino promovido por la ira brotaba por todos y cada uno de los poros de su cuerpo. Se puso de pie notando como la cota de malla rozaba la espada de hoja carmesí, descendió por los escalones de la escalinata que presidía la sala real con el semblante tranquilo, pensando en cada paso que daba. Cuando llegó al suelo, clavó con saña su mirada en la de su hermana. 

-Hay una serie de cosas que jamás he pasado, ni pasaré en lo que me quede de vida. No pienso consentir, que aquellos que hicieron sufrir a una de las personas que más he amado en mi vida, vengan ahora de víctimas y de inocentes cuando han sido los auténticos verdugos. Te llamaría bastarda, pero sería insultar a quién de verdad me importa.

-¡¿Quién demonios te crees tú Lord Michel de Mirava?! ¡¿Quién te crees tú para insultar a una Lady du Panchville?!
 
-¡Cállate! ¡Por qué no voy a consentir que me des lecciones cuando tu rabo y el de tus dos criados son de pura paja! ¿Quieres que prenda fuego Lorelay? ¡¿De verdad lo quieres?! ¿Quieres que le diga al mundo entero que tu mano derecha no es más que un vulgar asesino que mató a sangre fría a un inocente? ¿Quieres que te recuerde que de no ser por mí, estaría pudriéndose en una de las mazmorras más oscuras y profundas de Otherside? No te consiento ni a ti, ni a los dos peleles que tienes por esclavos y siervos que me vengáis a dar ahora clases de honor, ¡No os lo consiento!

-Te falta valor.

Ese fue el detonante. El rey giró sobre sus talones dándole la espalda a la que era su hermana. Los ecos de las palabras rebotaban contra las enormes vidrieras coloreadas e iluminadas por el sol de la tarde. El ruido del agua se apoderó por un instante del silencio que gobernaba en aquel lugar. Después de ese silencio, en el corazón del rey, ella había muerto.

-No pienso callarme. Ni ahora, ni nunca. Voy a defender mi honor y el honor de los que más quiero, y asumiré con ello todas y cada una de las consecuencias. Los tres habéis llegado hasta aquí, no más. No retiro ni retiraré nada de lo que he dicho. No voy a negar nada de lo que he dicho. Yo no soy como vosotros, y por lo tanto ya he tomado mi decisión...  Esto es la guerra.

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