Sin Miedo. Sin Cobardía. Sin Triunfo


Arranqué las cortinas porque estaba hasta los cojones de esconderme de la luz, y me sequé las lágrimas porque estaba harto de llorar. Me saqué las telas de araña que había entre mis manos y mi cuerpo, me duché con agua fría para volver a la realidad y enfrentarme a mis miedos, dejando atrás el sueño aletargado y triste, solitario y frío.

¿Qué importa ir contra el mundo? ¿Qué importa lo que diga la gente sobre donde pisas o como lo haces? ¿De qué te sirve vivir si no puedes sentirte vivo? Alza la espada, baja el visor del yelmo, monta en tu corcel y dirígete al campo de batalla a plantar cara al miedo. Ni antes ni después, solo aquí y ahora.

Abrí los ojos y no me gustaba la realidad, no me gustaba el mundo y empecé una cruzada contra el veneno y la ponzoña que reinaba en él. Comencé una batalla en solitario que empieza desde que sale el Sol por el este y se pone por el oeste, desde que la Luna asoma a los tímidos cielos de la noche hasta que se retira para dar paso a un nuevo día.

Sin Miedo. Sin Cobardía. Sin Triunfo. Pero luchando siempre hasta el final, como fiel Caballero de las Causas Perdidas.

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