Cosas que pasan

La habitación estaba a oscuras mientras cantaba con la luz apagada. Solo hay silencio. Silencio. Silencio… Suena el móvil en la mesilla pero ni me molesto en ver quién llama, es obvio que eres tú. Miro el techo que se pierde en la oscuridad mientras el móvil se mueve sobre la mesilla de noche. Vibraba llamándome. Exigiéndome que lo cogiera. Rogando. Suplicando. Pidiendo…

¿Qué hago? ¿Qué demonios hago? Es la pregunta que retumba en la cabeza y en la habitación.

Sigo mirando el techo. Todo a oscuras. Ya no hay ni luz, ni esperanza. Vuelve el silencio. Vuelve la calma. Vuelve la daga silenciosa de la soledad, y la parca se sienta a los pies de mi cama esperando la decisión. Dice que viene a buscar un sentimiento.

Vuelve a vibrar el móvil. Esta vez durante dos segundos. Un sms tuyo. ¿Hace falta que lo lea? ¿Hace falta que mueva mi brazo simplemente para saber que eres tú? Mejor lo borro directamente, y continúo mirando a la oscuridad y al techo infinito.

Me gustaba decir que te esperaría hasta el fin del mundo, hasta que el tiempo dejara de existir. Pero ahora he crecido. Ya no creo en los cuentos de hadas ni en la fuerza de los sentimientos. Creo en la fuerza de los actos.

Te esperaba. Te esperé.

Creo, que hoy toca ser un poquito más feliz.

Entradas populares de este blog

No enemies

Ratón y mantequilla

Las pilas de Nesperino