Juegos del Destino

-Te propongo un trato.

El viento sacudía todos y cada uno de los árboles de la alameda. Ella casi nunca lo miraba a los ojos por que decía que le daba miedo, lo sentía tanto que se hacía muy pequeñita y solo temblaba. 

-Me conozco de sobras tus tratos, y nunca sales perdiendo. Eres buen negociador en estos temas y en otros tantos.
-Sí, es cierto que tengo facilidad de convicción y de palabra, es cierto que se me da bien vender, pero tu lo sabes y por eso mismo no puedo usarlo contigo. Vengo desnudo y desarmado, no literalmente claro.
-No tengo ilusión ni ganas de pelear, te voy a ser sincera.
-¿Acaso la tenías antes?
-Sí, y mucha, pero digamos que tu y tus... "compañías" os encargasteis de hundirlas.
-Y creo que he pagado lo suficiente, ¿Creo eh? 
-Ilumíname de una vez. Tengo cosas que hacer.
-Vete, es igual. Haz lo que tengas que hacer.
-¿Eres gilipollas?-dijo mirándolo desafiante.
-Sí, lo soy, y sabes perfectamente porque te lo digo.

Él nunca pensó encontrársela de ésta manera. Ahora su mirada, que antaño temblaba, le hacía frente. El viento mecía la melena que caía salvaje sobre sus hombros, y las hojas corrían por el suelo mientras el silencio era el dueño y señor de aquel lugar. Miraba cabizbajo el camino de tierra por el cuál habían llegado hasta el banco, donde una vez, él se había quedado dormido con la cabeza en su regazo.  

- Cero. 
-¿Que?-preguntó ella sorprendida.
-Nos conocemos perfectamente. Sabemos de que pie cojeamos y al igual que soy la única persona capaz de saber que te ocurre, tu eres la única que puede entenderme a mí. Hace tiempo me dijiste que siguiera a mi corazón y eso estoy haciendo. Cuando se ha perdido todo, lo mejor es empezar de cero...
-Eso es lo que dicen, pero...
-Espera-la interrumpió mientras le ponía un dedo sobre sus labios. Cerró los ojos con fuerza y entonces, tenía ya muy claro que iba a decirle.- No te puedo pedir una segunda oportunidad, porque no se si me la darías o no. Esta vez no es como las otras veces que era por tonterías de niños pequeños, y solamente hay esa solución. 
-Te he dicho que en las negociaciones no pierdes nunca.
-Esta vez sí, y voy a perder lo que más amo en este mundo. Te doy mi libertad.




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