Vivir

Caminas por la calle y te vigilan. Te observan. Centenares de ojos se clavan en tu nuca vigilando todos y cada uno de tus movimientos, cada gesto y cada mirada, cada momento en el que coges aire o lo echas de los pulmones. Te controlan absolutamente todo, y todo, es todo.

Te amordazan con su “qué dirán”, te encadenan con su “una persona normal no lo haría”, te humillan si no compartes su forma de pensamiento,  te abuchean si hablas más alto que ellos, y si te sales de la línea aunque sea una micra de milímetro, tiemblan los pilares del mundo… ¿Qué haces? 


Hace mucho tiempo que olvidé el qué dirán o el “este chaval está loco”, hace tiempo que me importan muy poco los insultos y los escupitajos, las pedradas y el acoso por pensar, actuar, y ser diferente. Hace mucho tiempo que dejé a los fantasmas sin sábana en la que esconderse.

Una vez alguien a quien quiero mucho me dijo “Cuando digas algo estén seguro de lo que dices, no dejes que te hagan recular, porque si lo haces, si retiras tu palabra, te arroyan”, y ahora que se hace más cuesta arriba que nunca, me reafirmo en que la vida merece ser defendida y vivida como uno quiera. Me reafirmo en mi idea de vivir la vida como merece ser vivida.

Está claro que no se le puede caer bien a todo el mundo… Bueno, mira tú que problema…


               

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