Bienvenidos al mundo de mi imaginación

El calor y la luz tenue eran los dominantes en el vagón. Afuera, reinaba la absoluta oscuridad y la quietud. Hacía tiempo que no miraba al pasado con ojos de adulto. Sentía el cristal templado sobre la frente mientras mi respiración se marcaba sobre él, y mi reflejo se quedaba mirándome de forma fija e inmóvil, y sin saber cómo, recordando alguna artimaña del tiempo, logré mirar detrás del vidrio con los ojos del alma. 

Allí seguían esos ojos verdes esmeralda, clavados en la noche sin luna y sin estrellas, iluminada con una extraña aura de la naturaleza. Allí estaba, su pelaje bañado con cicatrices de guerra y con la mueca sonriente de la superioridad en su cara. Seguía corriendo libre por sendas y bosques, por montañas y valles, cruzando ríos y desiertos de hielo. Libre del mundo.

Puede que ahora mi imaginación se encuentre encadenada en el reino del sueño eterno, puede que el tiempo así lo quiera, puede que haya dejado de jugar con palos que eran espadas de acero batido, coronas de cartón y capas que en otrora eran sábanas celestes como el cielo de verano, pero en el fondo, tras el manto de rubíes y la corona de granates y oro, tras el cetro cargado de diamantes negros y zafiros, bajo el jubón al que se encuentran cosidas ágatas y madreperlas, bajo la fachada del ser humano adulto, los ojos esmeraldinos del zorro de la noche viajan en mi corazón, libres de cualquier atadura, e infieles al mundo real. Mostrándome en mis reinos y mundos como el caballero que en mi infancia siempre he sido. Corriendo libre por los senderos de la noche bajo la luz de la tímida luna que se niega a salir.

Señoras y señores, en momentos como este, en un tren perdido por algún lugar de León, es cuando me doy cuenta de cuánto necesito, y de cuánto amo escribir. Bienvenidos al mundo de mi imaginación.

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