Cosas que piensa uno a altas horas de la noche

Los seis cubitos de hielo formaban un triángulo en el fondo de la copa. Fría y sin vida. Helada. Inerte. Un recipiente sin vida, transparente y muerto, lleno de alcohol translúcido como las ideas a las tantas de la mañana.  Por Dios, ya no sé ni lo que escribo. ¿Habrá llegado el momento de hacer examen de conciencia? ¿Habrá llegado el momento de renunciar a ciertos sueños y milagros? Joder, ya estoy harto de ser pesimista, se acabó. 

Cambiemos la cinta. Vayamos al grano. Nunca he valido para poner una rodilla en el suelo. Siempre he escrito lo primero que se me pasaba por la cabeza, pero ahora, escribiré lo primero que se me pase por el corazón.

Un latido. Otro más. Y otro. Entonces pienso y me centro en el eco que resuena en un mundo sin paredes. Un mundo hueco lleno de silencio. Otro latido. Otro más. Y otro ¿De qué me preocupo? ¿Por qué desvarío? ¿Por qué? Lo más importante es que late. ¡Joder está latiendo! Mientras hay vida hay esperanza ¿O no?

Me centro en el silencio y lo sigo escuchando, esta vez más fuerte y enérgico, lo escucho y noto como el latido me revienta los tímpanos. Late con fuerza. Vuelve a latir. Lo noto. Lo siento. Lo siento en mi pecho. Esas ganas dormidas desde hace tiempo, encadenadas bajo llave.

Noto el latir de nuevo. Lo noto. Aquí están de nuevo. Tengo ganas de pelear.

Valentía: Sinónimo de caer, levantarse, y seguir adelante.

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