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Como siempre en una de estas citas tienes un hormigueo detrás de las orejas, que te recorre la médula espinal, surca las rodillas y hace que te tiemblen hasta la planta de los pies.

Ya sabes cómo funciona, no es fácil ni tampoco sencillo, es el sufrir por el simple placer de sufrir, de saber que tienes el control de tus manos, de tu cuerpo, de la respiración y de cada neurona y célula que te componen. Que tu voluntad sea tu ley, y si vas a hacerlo, hazlo.

Durante dos tercios de la batalla tienes la lucidez suficiente como para saber lo que haces, es en el último espacio de tiempo donde de verdad la cabeza empieza a funcionar y debe pesar más la razón que el corazón para llegar a emplear hasta la última y más exquisita esencia de tus pulmones.

Pero todo se hace mucho más llevadero cuando tienes a tu espalda los susurros incansables de los que más saben.

Dirán que los que pertenecemos a este mundo estamos como putas cabras, pero es que no hay cosa más bella que el sufrir con de la mano de tus compañeros. Cabeza, actitud, y confianza. Siempre confianza.


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