La Sonata de la Primavera

Estaba arrodillado delante un árbol pequeño que no se elevaba más de medio metro del suelo. Comenzaba la primera primavera, y con ella la esperanza depositada en ese pequeño. No era un árbol corriente. Era un árbol que había recorrido dos mundos al mismo tiempo y que había logrado nacer estando muerto. Un árbol que nació regado con la esperanza a la sombra del viento y con kilómetros de por medio.

El joven metió las manos dentro de la tierra. Notó como la humedad y el calor recorrían todos los poros de las manos y las raíces de la hierba que se metían entre los dedos. El cielo se encapotó completamente. Las gotas de lluvia comenzaron a regar todos los rincones de la tierra, y el agua comenzó a mojarle el pelo.

Empezó el primer y dulce concierto de la naturaleza. Los acordes del viento se mezclaron con la tierra y el agua, y el calor de vida surgió de la comunión entre agua, aire, tierra y fuego. Comenzó la dulce serenata en el mundo de los sueños y de la tierra encantada a los pies del tiempo, aguardando un futuro que llamaba a gritos por la batalla que quería presentar. Alzarse a los cielos y crecer por encima de todo.

El réquiem y la misa, la sinfonía y composición de los elementos, algo llamado también, la sonata de la primavera.

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