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Hogar

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Me encuentro en donde empecé hace algunos años, no como si viviera en un círculo, si no como si fuera una espiral. Aquí estoy, con la lista de sueños inalcanzables de los que ya he ido tachando alguno, y con un par de cicatrices más que brillan plateadas bajo el sol perezoso de la primavera. Vuelvo a mi hogar después de haber pateado medio mundo. Después de haber visto y experimentado en un puñado de años varias vidas del común de los mortales. He vivido rápido, sufrido, luchado, viajado y reído. He llorado hasta quedarme vacío. Y no me arrepiento ni de la mayor de mis meteduras de pata porque, gracias a ellas, sé lo que sé. Soy lo que soy. He aprendido más que nunca a valorar la soledad, lo que es capaz de hacerte y hasta donde puede llevarte. A valorar lo que es dormir a solas en una cama de 135. Y cuando aprendes eso, aprendes también a escoger la clase de personas a las que permites que perturben la tranquilidad de tu cuarto. Porque en ese espacio, no entra cualquiera. Si antes

Voladuras de cabeza

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Hay una parte de ti que tiene ganas de acabar de una puta vez con algo que se parece a una travesía en el desierto que tienes para contigo mismo. Que te haces fuerte porque, en ocasiones, sólo tienes un camino delante de ti, y no tienes más huevos que seguirlo; porque no te queda otra que hacerlo. Porque no queda más que cerrar los ojos y luchar hasta que se haya roto la última flecha y enfundado la última espada. Esto fue lo que escogiste por decisión propia. ¿Recuerdas los videojuegos que se ponen jodidos y vuelves a intentarlo? Pues la vida va de lo mismo. Que como escribió Andrés Ixtepan: A mí me gustan los retos, como tú, pero dime, ¿te gustan los perseverantes? Las personas cambian, y nunca te haces la idea de hasta qué punto. Ni tampoco te haces una idea de cuanto pueden llegar cambiar si algo, o alguien, realmente importante, les vuela la cabeza. Empezando por uno mismo. A medio camino, sí, pero un poco más cerca de la meta. O eso me dice el corazón.

Deseos

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Un deseo en el fondo de nuestro ser es el arma más poderosa a la que podemos aferrarnos para vivir. Somos los deseos que se guardan en el rincón más oscuro y profundo de nuestro corazón, los secretos que los custodian en medio de la noche y las decisiones que tomamos para que se hagan realidad. Los deseos están enlazados al corazón y a la pasión que pongamos en algo; son la llama que alumbra en nuestro interior y los que nos hacen escoger el camino que creemos correcto. Son los que nos dicen qué hacer cuando nuestra cabeza está tan atormentada que no tiene ni idea de en que lugar está el norte. Son por lo que estamos dispuestos a dar hasta el último aliento de los pulmones, los veintiún gramos de alma que exhalamos antes de morir. Dicen que uno tiene que aprender a rendirse… Y no, aún no he aprendido a hacerlo. Espero no tener que aprenderlo nunca. Por eso hay que tener cuidado con lo que se desea, porque se corre el riesgo de que se haga realidad. Y siempre he sido de correr r

Promesas

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Me gusta el dar tu palabra y cumplir una promesa, aunque tardes veinticinco años en lograrlo. Me gusta esa confianza que genera un “lo haré” y lo haces, esa certidumbre y seguridad que hoy en día prácticamente nadie entiende. En un momento en el que a nuestro alrededor todo es artificial, todo es efímero, y todo dura menos de un latido porque la palabra compromiso no tiene valor alguno. Hay cosas que te marcan el carácter, sobre todo las que ocurren cuando eres tan enano que ni llegas a la encimera de la cocina. Y es en esos momentos en los que te saltas diez años de vida para crecer de golpe, cuando entiendes que no cumplir con lo que se promete, cuando uno no es fiel a su palabra, desencadena las mismas consecuencias que el efecto “Mariposa”; que el aleteo de una mariposa en Hong Kong puede desatar una catástrofe en Estados Unidos. Me gustan los buenos valores, el trabajo duro y el sacrificio por lograr una meta. Aunque a veces la meta parezca imposible de alcanzar. Me gusta esa

Gremio

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Somos los que se dieron cuenta de que por sus venas corre agua salada; los que deseamos surcar los mares e hicimos de nuestra pasión una profesión, y los que tuvimos el arrojo de seguir los pasos de nuestros ancestros cuando la sociedad que nos rodea hace años que perdió el rumbo. Como decían en la celebración de San Telmo: Y es que marino no lo es cualquiera. Somos gente de palabra y de honor. Amantes de la Mar y de nuestra familia. Que profesamos una profunda devoción por el trabajo que mancha las manos y limpia el alma. Por la tradición que nos ha hecho seguir los pasos de nuestros abuelos, padres y tíos, y la forma de ser que nos hace diferentes al resto. No sólo somos ingenieros, o tecnólogos, o maquinistas navales. Somos los herederos de los valores de los que antaño ensancharon las fronteras de un país más allá de un mundo conocido. Somos hijos de la Mar y somos descendientes de la tradición; somos los hijos bastardos de Poseidón que sobrevivieron para luchar un día más.

Ironman

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No es sólo porque interpreta al que siempre ha sido mi superhéroe favorito, si no por la carisma que tiene, por su personalidad, y por lo que ha demostrado ser como persona; desde el más profundo de los arroyos, hasta lo más alto que puede llegar un actor en su carrera. Robert Downey Jr. es el vivo ejemplo de que nadie es esclavo de su pasado. De que podemos acabar revolcados en el lodo una temporada, larga o corta, pero si encontramos el momento de hacer firme con el pie en el suelo y apoyarnos sobre nuestra rodilla, y nos ponemos de pie, no volvemos a caer en el mismo charco. Porque lo primero que piensas en cuanto te pones en pie, es en que no te va a tener cualquiera, porque tampoco te gusta lo que cualquiera pueda tener. Cada vez quedan menos muertos por enterrar y, cada vez, estamos más cerca de ese momento tan esperado; el de no tener cabos que te obliguen a mirar atrás. De poder empezar una nueva aventura con la cabeza bien puesta sobre los hombros, un corazón fuerte y re

Marcapáginas

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Tengo dos libros talismán que releo de vez en cuando, y uno ellos es “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo. Un libro que iba destinado a Lorenzo de Médici sobre los rasgos que debería de tener un príncipe para ser capaz de reunificar Italia bajo una sola bandera. Siempre me resultó curioso que el término “maquiavélico” se usara para palabras despectivas cuando, posiblemente, este sea uno de los mayores tratados de política, filosofía y pragmatismo de toda la historia moderna. Pero como todo en la vida, nos acostumbramos a juzgar los libros por sus portadas en lugar de leer las páginas que hay en su interior. Maquiavelo le decía al Príncipe que: “Es mejor actuar y arrepentirse que no actuar y arrepentirse”, en una clara referencia al miedo que existe en nuestro día a día y que nos impide hacer aquello que deseamos. Ese miedo inspirado por la razón que pretende controlar al corazón. Que los límites que existen, en más de una ocasión, son aquellos que imponemos en nuestra mente. Porqu