F.F.
El Final
Fantasy debe su nombre al intento desesperado de su creador, Hironobu Sakaguchi,
de salvar su carrera después de varios fracasos en la industria de los
videojuegos; un juego cuyo título, en palabras del autor, surgió de los
sentimientos de ese momento al que se enfrentaba. Y vaya si salvó su carrera…
Más de XVI ediciones sin contar los Advance desde 1987 hasta el día de hoy y previsión ya de la nueva.
El caso
es que Sakaguchi fue de fracaso en fracaso hasta lograr crear una de las
mayores historias de todos los tiempos. Historias cuyas enseñanzas en algún
momento nos ayudaron a salir de un pozo y a darnos cuenta de que, si no somos
nosotros los que queremos salir, nadie va a venir a sacarnos.
No
porque no quieran hacerlo, sino porque no pueden. Es nuestra elección. Hay
gente que es feliz siendo un crío toda su vida, y otra que asume que puede
aspirar a algo más.
Y eso es
lo difícil. Porque aspirar a algo más implica crecer y, lo más difícil de crecer,
es tomar la decisión de querer hacerlo asumiendo sus consecuencias. Asumir que los problemas no van a desaparecer sólo porque
los hagas a un lado o no quieras verlos; que las batallas que se te ponen
delante no son una opción, son tu elección.
¿Quieres
progresar y mejorar? Las asumes. ¿Quieres seguir viviendo mientras todo se
desmorona a tu alrededor y no entiendes por qué? Miras a otro lado y culpas al
universo. Siempre puedes campear luchando con criaturas inferiores, pero recuerda
que el videojuego sólo se acaba cuando vences al boss definitivo.
Los
Guerreros de la Luz no se quedaron en casa guardando los cristales para sus
hijos mientras la tierra se moría. Squall no quería ser el comandante del
jardín de Balam en la Guerra de la Bruja y, aun así, asumió su liderazgo.
Noctis murió para salvar Insomnia, y lo hizo llevándose consigo su amor por Lunafreya.
Todos los protagonistas de la saga han tenido un denominador común en sus historias junto con su autor y es que, a pesar de haber sufrido lo indecible, siempre mantuvieron una inquebrantable fe en su corazón; en guiar sus acciones por lo que les decía su put* corazón.