Cuestión de mentalidad


Hay personas que llevan bastante mal el trabajar bajo presión, otras que no saben vivir sin ella, y otras, que a pesar de que la gente crea que llevan tantas cosas y hacen tantas cosas que solo el pensarlo agota, y que es imposible que pueda con todo, acaban sorprendiendo con una sonrisa y demostrando que se puede. 

Puede hacerse, si se está de acuerdo en pagar el precio por ello.

Dicen que el que mucho abarca, poco aprieta. Y es cierto. Se hace muy duro en ocasiones el tener que renunciar a un rato en el sofá, el acostarse a las dos de la mañana y levantarte a las siete y media, o algo tan simple como sería el sentarte a comer con tus padres en la mesa a la hora de la comida que acaba siendo una misión imposible.

Es muy alto el precio que paga uno, tanto, que solamente quien paga sabe lo que cuesta cada moneda que va en el interior del saco.

Pero cuando piensas en todo eso, en todo lo que haces, en todo lo que dices, en todo lo que trabajas y a todo lo que renuncias por algo que ni si quiera tienes la certeza de que vaya a ocurrir, cuando te preguntas si realmente todo esto vale la pena y no sería mucho más fácil poner un punto y dedicarte sólo a tu trabajo, a tu gente, y a vivir tranquilo, a ser una persona más, tú mismo te estás respondiendo… No sirve el ser una persona más.

Sí, sería mucho más fácil, pero por suerte siempre han nacido personas a las que les apasiona lo difícil, los retos y las metas, porque un hombre crecerá tan alto como tan altos sean sus sueños. Y como dice la canción: Ya dormiremos cuando estemos muertos.  

Por las horas de sueño robadas, por las horas sin disfrutar con la familia y los amigos, por todos los proyectos en stand by y “a la espera de”, por todo ello. Por la ilusión y ganas que se tienen, pero sobre todo por quienes te apoyan. Sí, todo vale la pena.

Los ganadores llegan a serlo porque nunca se rinden, y porque no hay mayor motor que la pasión que se pone en cada acto, en cada palabra y en cada pensamiento. 



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