Lluvia, Viento, Mar

A sangre y fuego. Como ese doble latido que sientes en la yugular, el sudor que te ciega los ojos mientras los brazos hacen de correa de distribución entre el motor que late en el pecho y el agua que hay al otro lado del casco.

Agarras el guión, palas en el agua, y te centras en el pensamiento de "sé uno". Es como aquella frase de Añoranzas y Pesares en la que dice que la espada debe ser la prolongación del corazón. En este caso, el remo debe ser la palma de tu mano. La cuchara de la sopa.

La lluvia lamiendo el rostro, la espalda atrás a la voz del patrón, presión... Presión en la pala mientras el viento surca a horcajadas de banda a banda bajo la amenaza de la alerta de capitanía marítima. El mar en todo su puto esplendor. La preparación para los infiernos. La antesala del Purgatorio. 

Poseidón se levantará bravo esta mañana pues no tienen en mente dejar que los hombres, y menos unos críos, dominen sus aguas. Eolo decide participar en el juego. Los dioses siempre han jugado con los hombres y por ello se fusiona en el tridente de Neptuno, cayendo sobre el agua con la furia y fuerza de un titán.

Es ahí donde se definen los hombres de mar; donde los viejos lobos marinos transmiten sus enseñanzas, donde la vida encuentra sentido al fin. En ese instante en el que el barco cruza una ola, eleva su proa a los cielos, y solo domina el pensamiento de agrupar.

Lluvia, Viento, Mar... Vamos, que lo único que tenemos por perder, es el miedo de seguir haciendo historia.


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