Miedo

No tengo hambre. Tengo el estómago cerrado desde hace semanas y el miedo se aferra a mí como la sombra que me persigue desde que me levanto. El reloj llega al final, se cae el último grano de arena y no encuentro el valor necesario para enfrentarme a esto, y es de lo más jodido que he encontrado en mi camino.

En la vida hay de estos sucesos que te cambian la forma de ser en tan solo 24 horas. Que te cambian desde la base de los pies hasta el séptimo chakra, que te hacen replantearte toda tu existencia y hacer un examen de conciencia tan intenso que ni el cura en el confesionario de la iglesia. 

Pero ahí sigue el miedo, esa mancha oscura que se sitúa justo debajo del estómago y encima del páncreas, ese dolor de cabeza por no poder dormir y esa inquietud que te agarrota los sentidos.


¿Pesadilla o realidad? El tiempo lo dirá. Quien espera desespera, y no me puedo desesperar más.


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