Eterno empujón

A veces, juro que a veces, me dan ganas de dejar la rodilla enterrada en la tierra. Desplomarme sobre el suelo, cerrar los ojos, y decir “hasta aquí llegué”. Juro que a veces me encantaría dejar todo, hacer la maleta y abandonar absolutamente todo lo que tengo atrás.

Te cansas de recibir hostias, de recibir mazazos, golpes; te cansas hasta de respirar porque absolutamente nada cambia, todo sigue igual, y por más hostias que te des con el mundo, éste ya encontrará la forma de devolvértela con más fuerza, al estómago, justo donde más duele y donde más jode para no dejarte levantar. 

Juro que no puedo con el alma, que mis piernas están cansadas de caminar, que mi espíritu se niega a continuar alimentando a mi corazón, que se acabó el seguir viviendo del aire. Pero nunca apoyo la rodilla… No sé como hago para no hacerlo, y espero que esta vez tenga la fuerza para poder con todo.


Si puedo llevar el peso o no, eso solo tiempo podrá decirlo, pero vamos, que hoy por hoy toca seguir caminado. Ya se ha descansado suficiente. A por el eterno último empujón.


Entradas populares de este blog

No enemies

Las pilas de Nesperino

Ratón y mantequilla