Rocío de la mañana

                     Mírame a los ojos si tienes de verdad valor y no ocultas nada. Mírame. Pero mírame muy bien, porque estos ojos no te tienen miedo ni ahora ni nunca. ¿Acaso crees que no sé todo el teatro que estás montando? Tienes aún mucho que caminar para apagar la luz de mis ojos. Tienes mucho que caminar para apagar este brillo. Es muy bonito decir las cosas sin mirar a los ojos, sin aguantar una mirada, engañar solo de palabra pues los ojos son los espejos del alma. De un alma asustada y arrinconada, de un alma detestable y nauseabunda que finge ser desvalida cuando de verdad todo es una urdiembre perfectamente entretejida cual tarántula. Como esas telas de araña que se muestran cuando cae el rocío de la mañana. Yo soy ese rocío que desvela tus trampas. Puedes seguir lamiéndote las perpetuas heridas de las cuales mana tu sangre podrida; No obstante, no podrás seguir engañando por mucho tiempo, pues cuando la sangre se acabe, esta alma acabará muerta, perdida, y sola. A oscuras.

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