Señales


Que has cambiado. Quizás no tanto por fuera como por dentro, donde aún continúas librando batallas y destronando demonios. Donde los campos siguen arrasados por fuego y cenizas; donde la sangre aún desdibuja la superficie del agua.

Te has hecho fuerte sin necesidad de pesas o ejercicios de hipertrofia. Has aprendido el uso del término “no” a las bravas, y también hasta dónde debe emplearse. Te has antepuesto a los demás y, cuando das algo, lo haces porque realmente te lo pide el corazón, no por compromiso. Eres acero frío templado.

Has aceptado que la paz está por encima del placer, y que quizás esto es lo más importante que vayas a aprender de la vida. Has aprendido de tus errores asumiéndolos hasta el punto de creer en ti cuando nadie más lo hace. A veces, ni tú mismo.

Que si quieres llegar a donde nadie ha llegado, que hablen de ti es condición sine qua non con la que tienes que aprender a vivir. Que la felicidad la construyen los que creen en sus manos y no los que tienen la esperanza en que otros se la construyan. 

Que intentando lo imposible, es como logramos lo posible. Aunque haya personas a las que no le guste el difícil camino que hemos elegido. Y por eso, te llaman rebelde. 



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