Parada en Arroa


A veces es necesario bajarte del bus, del tren y del coche. A veces es necesario apearte del camino. A veces es necesario parar. Y está bien hacerlo.

Está bien hacerlo porque no hay mejores conversaciones que las que se tienen sinceramente con uno mismo. Mano a mano y en lo más profundo del abismo. En la soledad y quietud que dan la parte más oscura del yo.

Parece que el Universo ha conspirado a lo grande. Que es cierto que, si te dejas llevar por la vida, la vida te pondrá por delante las aventuras más increíbles que puedas imaginarte. Y además, lo hace justamente ahora.

En este justo y exacto momento en el que te eliges a ti por delante de todo. Y te eliges en ese instante en el que más lo vas a necesitar.

Se avecinan, quizás, las semanas más complejas, duras y críticas de lo que para mí ha sido esta última década. Y puedo decir que me siento más fuerte, tanto física como mentalmente, que nunca.

Que no habrá tormenta, ni fuerza de asalto, ni milicia papal que pueda pararme. Que salgo a ganar. A arrasar como un puto martillo. 

Porque trece años de guerra merecen un todopoderoso punto final que no deje de ser un punto y seguido; un brillo tan resplandeciente como la estrella del Norte.





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