De reencuentros y despedidas


Me encontré mirando al atardecer despidiéndome de un viejo amigo. Mirando como el sol se hundía en el horizonte demostrando que el tiempo no para, aunque lo desees con todas tus fuerzas; que los días transcurren y que lo que uno se lleva de su paso por este mundo, son los besos, las caricias y las carcajadas que lo llenan todo.

Me encontré con ese chaval de cicatriz marcada en la sien izquierda que tenía la mirada perdida porque no encontraba su lugar. Que vivía con el corazón fortificado de roca, mar y sal. Ese crío que soñaba a lo grande y que sin darse cuenta, comenzó a cumplir sus sueños por muy imposibles que pudieran parecer.

Me encontré sin querer con la intensidad y con la pasión. Con la locura del corazón desbocado y la energía que se expande con cada latido. He honrado a quienes han partido hacia otras tierras y otros sueños, y he cogido fuerzas para seguir combatiendo al lado de los de siempre, de esos que no fallan nunca.

Hemos vuelto del exilio, y vamos a arrasar como nunca. Larga vida, Lord Mariscal.



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