Sorpresa

En términos de geometría, dos circunferencias son concéntricas solo si sus centros coinciden. Se trata de dos circunferencias con áreas diferentes, pero que comparten un punto sin el cual no podrían llamarse así, y ese punto es el centro. El mismo centro que se llena y vacía. Que se vacía de lo que no sume, y se llena de lo único de lo que se tiene que llenar, de las cosas buenas que aparecen cuando menos te lo esperas. 

Se llena de lecturas esotéricas en antros de mala muerte con dudosa interpretación, de croissants de chocolate y berlinas para desayunar en cama, de patinetes random from Triana Bridge, de Garvine, Gravilla, Gravina o como carallo le llamen a la calle de las narices.

Se llena de la lluvia en una terraza con una copa en la mano, y el sol en la terraza de al lado riéndose de todos con la Giralda de fondo. Se llena del olor al viento de la noche que arrastra el azahar por una calle que no se sabe si era Troya o Trova, o Lapu-lalá, como dirían los Minions.

Se llena de canciones de Fall Out Boy, y de la plasta canción que te taladra durante días la cabeza porque alguno de tus amigos la ha puesto en una story y la repite en bucle. Se llena de cubatas y un vino. De un tablado, de pelea de gatas en el barro y croquetas, e historias para no dormir. De entradas que escribiste hace años que te recuerdan que la gente herida, hiere, pero que la gente curada, puede curar.

Pero sobre todo, ese centro de las circunferencias concéntricas se llena con sorpresas absolutamente inesperadas, y es por ello que  si todo pasa por algo y todo ocurre por alguna razón, al universo solo tengo que decirle: Obrigado, Arigatō, Namasté.

"One more night, one more time"






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