Elevación


Con los años aprendes muchas cosas, pero especialmente, aprendes a ser paciente. Aprendes como escritor a tomarte tu tiempo y a no publicar lo primero que se te pase por la cabeza, porque con dieciséis años, cuando medio empecé en este mundo, lo importante no era lo bien que quedara, lo que quisiera transmitir o que tuviera un mínimo de cero faltas de ortografía.

Por aquellas lo importante era más la cantidad que la calidad, y resulta curioso cómo han pasado los años y aquí sigue esto, pero con las tornas cambiadas. Con algunos libros encima, sí, pero también aprendiendo a rezarle a la inspiración para que cuando llegue tenga a mano las notas del móvil si no me pilla con un ordenador cerca, o que la imaginación, como de costumbre, siga igual de desbocada que hace una década. 

Decía Sócrates que el secreto de los cambios no es enfocar todas tus energías en la lucha contra lo viejo, si no en la construcción de lo nuevo. En algo que te cambie para mejor, que ilumine el camino ya no solo para ti, si no para los que vengan detrás de ti.

Y es por ello que hay desvelos que merecen la pena.



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