Un milímetro

Gástalo todo. Quema las naves y el último cartucho de la munición. Lanza todos los cuchillos que lleves colgando del cinto o escondidos en los tobillos, e incluso usa las manos desnudas cuando solo tengas el pecho descubierto.

Gasta cada centímetro de tu energía; gástalo todo. Que no quede nada. Reconoce los fallos cuando los tengas y no tengas miedo a pedir perdón, ten la valentía de no renunciar a todo por una oportunidad más, si no a buscar las oportunidades un paso más adelante. A controlar la paciencia.  

Aguanta la respiración cuando las lágrimas sean caras. La brisa de la noche, la niebla de pólvora, el silencio roto por el crepitar de los bombardeos que ciegan a la luna creciente en el firmamento. Miras al cielo y lo notas, es el cosquilleo de que alguien piensa en ti.

Al fin y al cabo, has aprendido que un roce es suficiente para salvar la distancia que separa Gran Canaria de Hong Kong, oriente de occidente, frío de calor.

Y todo por el simple roce de un milímetro que separa dos latas de Coca-Cola. 



Entradas populares de este blog

No enemies

Las pilas de Nesperino

Ratón y mantequilla