Raíz de Castaño

Hablando en sueños, así es como la vida en ocasiones te muestra los caminos más imposibles e inhóspitos que puedas llegar a recorrer.

Un árbol grande cubierto de enredaderas que nacen en lo más profundo de sus raíces y que se afianzan a su copa, que se encaraman a las ramas arrebatándole todo cuanto alimento puedan. A su lado un acebo, cargado de zarzas que se enlazan en nudos infinitos e imposibles, que recorren todo su tronco y arraigan en sus entrañas.

Entonces te plantas en aquel lugar. A los pies de aquel titán de madera y vida que antaño fue lugar de horas de pensamientos y te das cuenta del tiempo que has pasado sin pisar aquel sitio. Entierras las manos en la tierra buscando las raíces de las enredaderas y de las zarzas, y las entierras notando la calidez de la tierra y la frescura de la humedad.

Juras y maldices por todas las espinas que te clavas en los antebrazos, manos y espalda, pero vale la pena. Recuperar aquel lugar vale la pena. Eso es lo que te dices mientras arrancas los parásitos entre sudor y sangre, y entonces el déjà vu seguido de una llamada de teléfono.

Aquí ha cambiado todo. No sabes si era algo que te pedía tu subconsciente o una fuerza superior, pero era la señal. Era uno de esos milagros que esperabas después de una de las derrotas más duras que podías vivir. Un proyecto que cruza fronteras, océanos, y cualquiera de las ambiciones que pudieras tener con anterioridad. Que sean las raíces, tus propias raíces, las que marcen el camino que debes recorrer.


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