Presión ocular

Llega un momento en el que revientas, en el que bajas los brazos, en el que pides pan por señas. Es imposible aguantar todos los días con la moral hasta niveles estratosféricos cuando esto, más que una carrera de fondo, es una temporada completa de maratones a nivel europeo.

El truco es saber cómo bajar el ritmo.

No puedes bajarlo de golpe, porque si lo haces corres el riesgo de desaparecer del mapa, de autoconvencerte de que tienes que parar porque ya no puedes aguantar más así. Aunque tampoco puede ser algo que te lleve toda la vida, que estés reduciendo como si fueras una persona de 90 años en un coche que está a 5 kilómetros de un stop y teme llegar demasiado apurada.

Reducir marchas no es para nada fácil. Es una mezcla de resistencia y de control, de ir fácil sufriendo lo suficiente como para saber que sigues en la pomada.

Y es que la vida es eso; son momentos agónicos disfrazados de sueños alcanzables mientras la presión hace que te duelan los ojos.


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