7 horas

En 7 horas pueden pasar muchas cosas.

Puedes acabar en un tren viajando desde la costa al corazón del país, puedes desear  volver para casa cuanto antes y en el último momento echarte casi a llorar porque no quieres largarte, puede incluso ocurrir que seas tan sumamente gilipollas e impaciente, que se te quite el hambre, la sed, y hasta la luz del sol como te descuides.

En 420 minutos, en 25.200 segundos, puede cambiarte por completo la forma de pensar, de actuar, incluso la forma de sentir. Quizás es el mismo chispazo que sintió Natalia Nadal con Arturo Acosta cuando se conocieron en el Retiro, o tal vez ese golpecito de alas de la mariposa que desemboca en un huracán capaz de arrasar con lo que se le ponga por delante. 

En 7 horas se te revientan todos los planes, se da la vuelta el mundo, y tu piel fija en la memoria cada maldita célula de su tacto. En 7 horas, puede ocurrir la mayor casualidad de toda tu vida haciendo que los trenes de la estación se llenen de golpe y porrazo en 15 minutos dejándote anclado sin motivo aparente…O tal vez si había un motivo.

Y es que después de 7 horas, lo único que sacas en claro, es que un trocito de ti se ha quedado en un diminuto rincón de Madrid.



Entradas populares de este blog

No enemies

Las pilas de Nesperino

Ratón y mantequilla