Comerse el Mundo

Pisas con fuerza y escuchas el eco de tu caminar en la inmensidad del mundo. Caminas como siempre, pero con la confianza clavada en tus talones, con el conocimiento de saber que estás haciendo eso que te gusta más que nada. La confianza de que eres tú y nadie más.

Te llaman tocapelotas profesional, te critican por estar siempre jodiendo al personal y por no callarte la boca. Bocazas que eres un bocazas. Pero todo da igual, pasas de las miradas asesinas que te matarían una y otra vez, del sonido del aire cortado por el filo de los puñales, del sabor del dulce vino envenenado. 

Te la sopla absolutamente todo. Te la resbala absolutamente todo. Todo. Sabes que lo que haces lo haces movido por el espíritu de fuego que late en tu pecho, que lo haces porque estás en equilibrio contigo mismo de una santa vez.

¿Sabéis cual es esa sensación que tienes en el pecho al saber que vives y haces todo tal y como tú de verdad quieres hacerlo? Así es como vale la pena vivir… Y el resto… El resto mejor que no se crucen en tu camino.


Que ardan los mares y se enfríen los infiernos a tu paso, porque vas a comerte el mundo.


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