Sistema de lanzamiento de misiles


Cuando lees durante años libros de historia, fantasía, filosofía, moral militar y un largo etc., acabas siendo un mix de aquello que cultivas y, un buen día, te das cuenta de que si tuvieras que definirte de alguna forma, sería comparándote con un sistema de lanzamiento de misiles.

Primero, en una sala de guerra, se fijan las coordenadas y los cálculos de tiro. Se hace todo de forma racional, con formación, estudios, dedicación y preparación, con conocimiento de los errores pasados, rodeado de quienes más saben de lo suyo y de quienes conocen bien al objetivo.

Una vez tienes las coordenadas del blanco, y tras estudiar las consecuencias, las represalias y todos esos elementos que se tienen en cuenta en los análisis de HAZID y HAZOP aplicados en el campo militar, te tomas un par días para filosofar sobre ello.

Y, cuando estás listo, aprietas el botón rojo.

Liberas la ojiva que tiene fijado el objetivo; liberas el fuego, la intensidad de la llama que no va a cesar hasta que haga blanco. Razón e intensidad, metodología y pasión.

Los arcángeles llevan espadas porque hasta Dios sabe que no todo en esta vida se arregla con palabras. Y en el siglo XXI, los sistemas de combate han evolucionado un poco desde que se escribió el Antiguo Testamento.

Lo suficiente como para permitirte ser el misil que tiene cargadas las coordenadas y que no va a parar hasta dar en blanco.



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