La Operación "Guernica"


Porque no es lo mismo quedarte quieto con la angustia y el temor escondido en el pecho, que gritarle al mundo lo suficientemente alto como para ahuyentar a todos tus demonios. Porque no es lo mismo el tener miedo que el ser un cobarde, ni el quedarte inmóvil en la noche que girarte sobre tus talones sabiendo que quizás, y solo quizás, sea lo último que hagas en tu vida.

El miedo es libre y no se controla. Decía Picasso: «Yo de niño fui interno. Compartía dormitorio y encima de mi cabeza había una plancha con libros. Cogí uno. Lo abrí. Y una chinche se escapó. Tiré el libro. Oculté mi cabeza bajo las sábanas. Me puse a llorar. Y puede ser que es por cosas como estas que hay en mí, que pinté Guernica». 

El miedo es un instinto que nace dentro de nosotros, que es innato, ligado a la supervivencia, que está instalado en la amígdala de nuestro sistema límbico y que nos hace temer y ponernos en alerta.

El miedo no se controla, pero el ser valientes sólo es un acto que depende de nosotros. Es de valientes el llorar mientras no se deje de caminar, el no bajar la mirada cuando el sol te ciegue, el avanzar cuando el peso sobre los hombros es tan duro que casi te hace caer de rodillas.

Pero no caes. Lloras y tiemblas, pero sigues en pie. En pie por las causas que valen la pena, y por las batallas que quedan por librar, por los sueños y esperanzas del mañana. Por lo que está por llegar.



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