Sangre salada


De nuevo a sentir el frío en los pies hasta el punto de no mover los dedos, de no sentir las articulaciones, y que el vaho que sale de la boca se congele en el medio de la noche. De las piernas reventadas y de los brazos incapaces de levantar.

De nuevo a sentir como se endurecen las manos, a verse el reflejo en la pantalla mientras caen los segundos y tu compañero sufre a tu lado. De cazar olas mientras el granizo te acribilla la nuca. 

De nuevo a sentir el pulso en la boca, a cruzar las aguas, a vivir en el crujir de los estrobos, de las respiraciones al unísono, y del dolor conjunto que resopla bajo el agua caliente de la ducha.

Porque esto es lo que uno decide ser y no algo para lo que valga cualquiera. Es algo a lo que nunca se podrá renunciar. Porque somos como somos, y así seremos hasta que nos vayamos al otro lado. Porque va en la esencia de uno mismo el no renunciar a la esencia.

Porque tenemos sangre salada.



Entradas populares de este blog

No enemies

Las pilas de Nesperino

Ratón y mantequilla