Colibrí


Esto es diferente. Completamente diferente a todo lo que pensaba. Distinto a lo que te enseñan y a lo que estás acostumbrado. Esto, indudablemente, es mucho mejor. 

Lo primero: Estoy vivo. Lamento si he defraudado a alguien, pero aún me queda cuerda para dar por saco.

Lo segundo: Sin duda alguna, he tenido el mejor regalo de cumpleaños de mi vida, aunque en parte haya sido lejos de mi familia y amigos.

Y es que esto es otro cuento. Es otra historia. Es algo que muy poca gente entiende. Quizás como dijo un veterano de abordo: Es para lo que unos pocos hemos nacido, y para lo que cada vez nace menos gente. Los que vivimos esto no estamos hechos para estudiar una carrera cuatro años y acabar en el despacho de turno hasta jubilarte.

En la vida no todo sale como uno quiere, pero si algo tengo claro, es que finalmente si de verdad quieres algo con toda la fuerza de tu corazón y lo persigues, el universo está más que obligado a dártelo. Solo tienes que demostrárselo.

La coña era que al margen de desearlo o no, no sabía si serviría para esto. Era un miedo al que, como a todo, había que hacerle frente.

En el momento en el que sonó por la emisora Little Talks de Of Monsters and Men mientras las olas rompían en proa, el ver por la mañana el primer y más limpio rayo de sol, el lavarte las manos nueve veces y seguir teniendo grasa en los dedos, el trabajar con ganas y pasión sin importar los turnos, las horas y las maniobras…

Después de 16 años persiguiendo esto, puedo decir que todo, absolutamente todo, ha valido la pena. Ha dado comienzo la quinta generación de gente del mar de la casa Prados, con un ligero aderezo de motores “Made in Mahía”.

 P.D.: Por fin entiendo el motivo por el cual mi tío no quiere bajarse de un barco. El puto Colibrí.



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