Salmo 18
Adiestraste en la paciencia y eso dio fortaleza. Hiciste pasar hambre y sed. Obligaste a experimentar lo que era la noche más oscura y la luz
más cegadora. Forzaste hasta límites que desconocías… y los llevaste hasta
más allá de lo que jamás habría imaginado haciendo que el cuerpo se llenara de cientos de cicatrices
y se endureciera la piel.
Golpeaste donde más dolía y con quien apenas conocía para moldearme. Me enderezaste como se hace con los árboles recien plantados para alcanzar los rayos del sol. Obligaste a creer en lo que hay debajo de la carne y a decidir si estabas dispuesto a pagar el precio que se paga para descubrirlo. De hecho, recuerdo perfectamente el día en el que decidí pagarlo; esa luz de conciencia en medio de la oscuridad que dijo: Si lo quieres, cambia.
Gracias por todo por lo que he pasado; por hacerme creer de nuevo en uno mismo. Por recuperar la fe en la Santísima Trinidad de la cabeza, el corazón y el espíritu. Como dijo el sabio de Einstein: Dios no juega a los dados.
"Ensanchaste mis pasos debajo de mí y mis pies no han resbalado. Perseguí a mis enemigos; los alcancé y no volví hasta acabar con ellos, pues me ceñiste de fuerzas para la batalla." - Fragmento del Salmo 18; Antiguo Testamento.