Sombras nocturnas
Te
coserán a hostias hasta dejarte sin mandíbula, hasta que las costillas se te
claven en los pulmones y el bazo te diga basta. Te romperán las tibias, la
cadera y las muñecas. Te escupirán a la cara mientras estás tirado en el suelo
hecho un ovillo de sangre y dolor. De pura sangre y dolor.
Rezarás
para que alguien corra en tu ayuda, pero la verdad es que estarás solo y
rodeado de matones cuyo único pasatiempo es crear melodía de terror con cada
grito de exhales, con cada lágrima que viertas y con cada gota de sudor que
desprendas.

Pero no vale solo resistir. No vale aguantar la paliza que cuatro matones de barrio a
cara tapada te meten entre trago y pitillo. No vale, no llega y no sirve de
nada. Entonces apelarás a lo que tengas más adentro de ti. A lo único que te
queda y a lo que no llamas porque nunca te ha hecho falta.
Tirarás
de cada bocanada de aire para ponerte de pie y aguantar el dolor de tu
maltrecho cuerpo. Te desangrarás poniendo las piernas rectas. Sufrirás por
aguantar la cabeza en alto y el corazón erguido. Pero te mantendrás en pie. Que
aunque nos arranquen las uñas lucharemos con las manos desnudas, que aunque nos
fustiguen con cadenas, no renunciaremos a pelear.
Asestarás
puñetazos con tus manos doloridas hasta que las fuerzas te fallen por completo,
darás patadas y cabezazos cuando tus brazos ya no puedan más. Pero cuando ya no
queden ni fuerzas, ni ánimos ni atisbo de esperanza alguno. Recuerda que has
soportado cosas peores y has seguido adelante.
Sin
rendirse. Aguantando cada estocada y devolviendo cada golpe. Hasta que el
cuerpo aguante. Hasta que el corazón no deje de latir.