De escudero a mago


Decía el clérigo Jacques Bénigne Bossuet que Dios cuando borra es que va a escribir algo, y cuando hoy echo la vista atrás, veo que Dios lleva demasiado tiempo escribiendo sin borrar nada. Quizás tanto que esté a punto de terminar su próxima novela, y reconozco que estoy inquieto por su desenlace. De saber si el siguiente tomo será como una parada más, o si será el triunfo no definitivo de los buenos contra los menos buenos.

Y es que esta mañana escuchaba a uno de esos mayores y sabios de la cultura popular decir que “Dios existe, y golpea con mano de hierro”. Me dijeron que era un dicho bastante común, pero la verdad es que era la primera vez que lo escuchaba.

Puedo decir con orgullo que siempre he sido creyente, y que creo en que todo esfuerzo tiene su recompensa. Que creo en que el Universo conspira hasta límites que la razón humana quizás nunca llegue a entender, y que el agua no discute con los obstáculos que encuentra a su paso, si no que los bordea. Siempre los bordea. Hasta el punto de terminar pulverizándolos con su persistencia.

Creo que el libro ha sido largo, unos cuantos capítulos sin duda, pero entretenido de cojones. Un libro lleno de traiciones, mentiras y engaños, y de muy bonitas emociones. Una novela con personajes que aparecían y desaparecían, pero cuyos protagonistas siempre siguieron adelante; a pesar de todo. Y es que el viaje que comenzó este grupo de personas ha sido el más apasionante y bonito de mi vida. Creí que era el escudero de una causa, y realmente aprendí a ser el mago de la misma.

Creo en Dios y en su mano de hierro, pero sobre todo creo en lo que dice una canción de mi infancia: que habrá milagros si tienes fe. Y yo la tengo. Con los personajes con los que he compartido historia, por supuesto que la tengo. Como para no tenerla después de haber logrado imposibles.

Y tengo la firme corazonada de que los seguiremos logrando.




Entradas populares de este blog

No enemies

Las pilas de Nesperino

Ratón y mantequilla