El son de Notre Dame


Cuando formas parte de la generación Disney recuerdas todos esos lugares que te encantaría visitar para sentir que sigue ahí el niño que creció contigo. Que se oculta en esa parte dentro de ti y que de vez en cuando susurra tu nombre para recordar que aún no ha muerto. Que sigue vivo en ese lugar reservado para los momentos que te forjan.

Y fue imposible no recordar esta tarde, mientras veía las imágenes de la Catedral de Notre Dame siendo pasto de las llamas, la canción de una de esas películas que he visto hasta la saciedad, cuyo VHS se guardaba entre "El Rey León" y "La Bella Durmiente" y se repetía en el vídeo más que el ajo en los filetes de pollo. 

Porque ese emblemático edificio era el corazón de una gran película. Esa película que te enseñó que el ser diferente y el llevarlo con orgullo, era el camino correcto para ser feliz. Porque aunque el fuego la quemara hasta sus cimientos, hasta dejar a la piedra desnuda desprovista de toda su historia tras haber sobrevivido a las mayores calamidades del siglo XX, siempre seguirá estando erguida al lado del Sena. 

“Y siempre será el alma de su canción, el son de Notre Dame”.



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