Morir matando

Caballeros de la Orden de las Causas Perdidas hay muchos por el mundo adelante, sólo que no saben que pertenecen a ella, y hoy no soy un caballero, soy el simple Escudero de aquel que me enseño como llegar a ser un paladín de la orden.

El primer Caballero de las Causas perdidas me enseñó a girar objetos en la palma de la mano, me enseño a adentrarme en el alma de las máquinas para arreglar sus corazones con la magia de la destreza, a correr libre por las playas bajo la calima del verano, y a arrodillarme para escuchar la fría lluvia del invierno. Me enseñó a ser un Juan Salvador Gaviota de Richard Back, un pez a contra corriente, un espíritu que sólo tiene que rendirle cuentas a su conciencia antes de acostarse, ese trozo de planeta que se sale de la órbita para seguir su propio camino.

Ahora, ese legendario caballero de las causas perdidas se enfrenta a esa batalla de la que ni él ni su oponente saldrán vivos, esa batalla en la que la única victoria es la paz del espíritu y la tranquilidad del alma. Esa batalla que todos tendremos que librar algún día, y donde escogeremos o el camino fácil de la derrota resignada, o duro destino de morir matando.

Este Caballero escogió el segundo camino, ese camino donde como Escudero no puedo usar ni espadas ni dagas para ayudarlo a atacar, ni puedo usar un escudo para defenderlo, pero esta batalla es nuestra, tuya y mía, de la segunda y de la cuarta generación. Es otra de esas batallas que pasamos juntos en estos últimos años, y vamos a ganarla. Yo pongo la energía, los desvelos, la espalda, los ánimos y las ganas, tú sólo encárgate de seguir adelante.

Seremos los dos contra lo imposible, y moriremos matando. Hasta el final. Te lo prometo.


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