Arena
Dejas que te lata el corazón. Dejas que
no se escuche a tu alrededor nada más que eso, el sonido que brota de tu
interior bajo el campo estrellado, que las sombras blancas recorran tu cuarto
dejando tras de si el simple rastro del polvo cristalino.

Caen los últimos granos de arena
mientras el tiempo no se detiene, y la coraza de adamantino está prácticamente terminada.
Una coraza creada de sonrisas, caricias, besos y algún te quiero al oído. La
coraza que debe romperse para absorber el impacto del mañana que sucederá a la
noche.
De nada sirven las oraciones, de nada
sirven las lamentaciones. Hoy por hoy, la única moneda de cambio posible a la
eterna realidad, es el pequeño frasco de recuerdos guardado en mi corazón.