Y de repente, creces



Te levantas, pasas un día que es de los peores que puedes pasar en toda tu vida, pero no, siempre hay algo que hace que todo lo que te ha pasado hasta ese momento sea una menudencia en comparación con lo que te espera.

Te dan una hostia, aguantas el golpe porque es algo para lo que te llevas mentalizando desde hace ya tiempo, pero luego, cuando sonríes por haber bloqueado el golpe… ¡ZAS! Hostia que te crió en la boca de estómago haciéndote caer al suelo saboreando tu propia bilis. 

Escuchas un llanto, pero resulta que tú tienes las mejillas secas. La ves, y es entonces cuando te das cuenta que has crecido un poco más, que hace mucho tiempo que dejaste de ser un crío, y que el empujón que necesitabas para ser un hombre, ha ocurrido sin que te dieras cuenta.

Hay días que crees que no vale la pena levantarse, pero luego te das cuenta de que te acuestas más fuerte de lo que eras ayer. Por lo menos, algo es algo.


Entradas populares de este blog

No enemies

Las pilas de Nesperino

Ratón y mantequilla